31 agosto 2010

Viejos

Es curioso como los Hijis les decimos a nuestros viejos: “Viejos”.

Justo a ellos que no llegaron a envejecer -el mío, que era de los viejos más viejos, nomás llegó a los 46-.

Cuando vivían no se los llamaba así. Cuando aprendimos a nombrarlos, seguramente aprendimos a hacerlo de otra manera.

Decirles “Viejos” a los padres no es algo tan, tan viejo, es una especie de transgresión, una forma de traerlos con nosotros a la actualidad, de modernizarlos un poco a todos ellos, que quedaron para siempre tan anticuados, jóvenes y setenteros.

Qué decimos cuando les decimos viejos.

Decirles “Viejos” es una provocación. Un coqueteo con: cómo hubiera sido, como si existiera ese universo paralelo, ese lugar, esa cosa, donde nada, nada está resuelto…

Como si nombrándolos de es forma, les pudiéramos dar a ellos algo de quienes somos nosotros ahora. Nuestras propias palabras.

Aunque decimos “Viejos” y no es más que un modismo, vigente, pero también bastante viejo. -aunque no tan viejo como nuestros viejos-

Viejos, son los trapos, diría mi vieja.
-que no era vieja y no se que diría-

Vieja no, perdón entonces: Mami.