23 julio 2011

Creo que nací varias veces

Ángela Urondo Raboy: “Creo que nací varias veces”

Sociedad /  La hija de Francisco “Paco” Urondo y Alicia Raboy recuperó su identidad 15 años atrás, pero la Justicia todavía no reconoce su nombre legalmente. En diálogo con ElArgentino.com, repasó el camino que recorrió desde que supo la verdad de su historia.
20.07.2011 | 21.06    
Por Pablo Méndez Shiff
@pableshiff


Ángela Urondo Raboy cumplió 36 años el pasado 28 de junio. De ese tiempo vivido, hace 15 que se enteró de su verdadera identidad y comenzó a recorrer un camino personal complejo para poder reunir a todas las piezas de su vida que habían permanecido sueltas, dispersas.

Junto a otros hijos de desaparecidos, como María Giuffra, Ana Adjiman, Jorgelina Molina Planas, Ängela estará desde el 17 de agosto al frente de una muestra de pinturas, dibujos, collages e instalaciones en el Centro Cultural Recoleta. El nombre del evento es "Familias Q'heridas", un juego de palabras que habla de la intrincada relación entre el amor y el dolor.

ElArgentino: Hace pocas semanas cumpliste años, y pudiste celebrar conociendo tu verdadera identidad. En este recorrido que comenzaste hace 15 años, queda un asunto pendiente de resolución en la Justicia, que es que puedas llevar el apellido de tus padres: Urondo Raboy. ¿Cómo se va llevando esa causa?

Ángela Urondo Raboy: Creo que nací varias veces, con cada nombre que tuve. El cuerpo es el mismo, la historia es la fragmentada. El cuero va sumando las vivencias, uno se sigue alimentando, y la persona, crece, sin importar cómo se llame.

Si lo pienso, creo que siempre estuve en el camino de mi propia identidad, aunque durante mucho tiempo, impedida de poder reconocerlo; el instinto me ayudó a mantenerme conectada con mi propia naturaleza, por lo que gran parte de mi, de mi personalidad, siempre mantuvo el mismo espíritu, incluso ante situaciones de opresión. Claro, que desde que la verdad sobre mi origen se empezó a develar, todos esos fragmentos de vida, pudieron ser concadenados y todo dejó de ser pedacitos, para ser parte de un todo, que es mi historia, y es nuestra historia, colectiva.

Si bien ya llevo más de 15 años reapropiándome de mi identidad, y que desde que empecé a saberme Urondo Raboy, me asumí socialmente como tal, la necesidad de legalizar mi filiación natural, se presentó como una urgencia cuando me encontré embarazada de mi primer hijo. Entonces, dejé de postergarlo y presenté mi pedido a la justicia. Pasaron más de dos años, sin que ningún juzgado se decidiese a tomar la causa: uno lo dudó mucho y al final la rechazó, otro, sin dudar, miró para otro lado, y otro más, se tomó su tiempo de evaluar y finalmente la tomó.

El 22 de marzo, a tres años de presentada, fuimos por primera vez convocadas las partes a una audiencia pedida por mí, en la que firmamos un acuerdo de desvinculación con quienes fueron mis padres de crianza. Al estar de acuerdo las partes del litigio, se suponía que solo quedaba esperar un fallo judicial positivo. Siguió pasando el tiempo y a pedido de la fiscalía el juez, que insiste con la nueva audiencia, programada, no inmediatamente, para dentro de dos meses. Al juzgado no le urge resolver mi caso.

Mientras tanto, sigue pasando el tiempo y nada pasa. Tengo dos hijos, y el problema de nuestro apellido sigue sin resolverse, y según mi propia experiencia, es necesario estar concadenado legalmente a la familia, y por lo tanto hay que rectificar lo filiatorio, para no legar lo complicado. No sé que más necesita la Justicia para dar respuesta a mi pedido. Mientras tanto, Ángela Urondo no vota, no cobra un sueldo, no viaja, no compra, ni tiene cuenta. Legalmente Ángela Urondo no existe; pero aquí estoy, siendo, y lo que más ansío es poder dar a mis niños, el nombre de nuestros ancestros.

EA: ¿Qué sabes de tus viejos que no sabías hace 15 años? Una idea que planteaste en una entrevista anterior es que la dictadura los pudo haber matado, pero no logró desterrarlos.

AUR: Tendría que escribir un libro para responder esa pregunta, puedo contestar al revés, decir lo que sabía entonces, cuando no sabía nada.

Fui criada por una familia complicada, dentro de la rama materna de mi familia, que hizo borrón y cuenta nueva al decidir mi adopción a espaldas de mi familia paterna, en desventaja legal porque yo no llevaba su apellido. Crecí creyendo que mis padres habían muerto en un accidente de auto y que estaban enterrados en un lugar muy lejano llamado Mendoza. Crecí sin poder preguntar nada del pasado, casi sin querer saber, sabiendo, que lo que se escondía en el secreto, era un monstruo, que muy adentro mío, en un lugar de la memoria donde no hay palabras para las cosas, yo ya conocía.

Había soñado toda la vida con el momento de la pérdida y con los lugares donde pasé tras ese episodio, pero no podía comprender el significado de esos sueños repetidos. No podía explicar mi miedo. No sabía, que podían ser los recuerdos más antiguos de mi primera infancia grabados a fuego; la memoria del quiebre violento con que quedó atrás la vida anterior, ese proyecto de familia, que había existido, esa forma de amor, que yo había llegado a mamar, y que permanece dentro mío como una certeza, y que ahí estaba, manifestándose cuando no había correlato posible en el afuera, donde todo lo que había pasado, lo bueno y lo malo, había sido herméticamente omitido, tragado de un bocado por ese otro proyecto de familia que se impuso entonces.

De mi papá, no supe absolutamente nada, hasta poco antes de que se destapara la olla grande; como para que se fuera aliviando la presión, me adelantaron su nombre y con cuentagotas, me dejaron saber que escribía libros. Poco antes, me había enterado de que la causa de muerte había sido en manos militares y no en el accidente de tránsito, como me habían dicho todo ese tiempo. Yo tenía 19 años y ya todo se caía de maduro al punto de pudrirse, cuando abrieron un poco más y me soltaron que además tenía “dos hermanos, una mujer y un varón, más grandes, hijos de un matrimonio anterior” de papá. Hasta último momento quisieron sembrar la duda respecto del amor que ellos pudieran sentir por mí. Muy poco después se produjo el primer contacto, la vuelta al nido, tras una larga vida sintiéndome como en un pozo de otro sapo.

Lo curioso, es que a partir de que empecé a saber de mi papá, también me empecé a dar cuenta de lo invisibilizada que también había estado siempre mi mamá, de la que yo suponía, que lo sabía todo, aunque conocía poco más que su nombre: Alicia. El vínculo con mi abuela materna, continuó hasta su muerte, a mis ocho años, y mientras ella estuvo viva, mantuvo de algún modo presente, la figura nebulosa de mi madre.

Con la llegada de la verdad, y la madurez de las cosas, parte de mi familia materna, como los hermanos de mamá, hicieron un cambio notable, se abrieron al diálogo, al planteo de inquietudes, y a la posibilidad de reescribir el discurso histórico, permitiendo algunas posiciones críticas respecto de las decisiones tomadas. Me dieron las respuestas que les fui pidiendo, y aunque no siempre fueron las que yo hubiese querido, fueron respuestas valiosas, y válidas para trazar una relación distinta, mucho más conectada y profunda de lo que habíamos podido tener antes. Ellos me han ido acompañando estos últimos 15 años, devolviéndome la memoria de mi madre cada vez que les es posible, siempre que el dolor se los permite. Por ellos recuperé el ser Raboy, que para mí es tan importante como ser Urondo. Urondo Raboy. Raboy Urondo 
 

El periplo judicial de Ángela Urondo Raboy

Sociedad /  En paralelo a la causa en la que busca recuperar su nombre, la hija de Francisco “Paco” Urondo y Alicia Raboy participa de investigaciones judiciales por el asesinato de su padre y el secuestro y desaparición de su madre en Mendoza, en la que hay implicados miembros de la Justicia de Mendoza.
20.07.2011 | 14.06
Por Pablo Méndez Shiff
@pableshiff

“Por un lado, están los juicios que se están llevando a cabo desde noviembre, que reunían 19 causas en perjuicio de más de 34 víctimas, incluidos el asesinato de mi padre, y el secuestro y desaparición de mi madre, pero hace unos pocos meses, con el juicio ya muy avanzado, se produjo el apartamiento de la causa de uno de los imputados con mayor responsabilidad: el ex interventor provincial, Tamer Yapur, quién presentó un cuadro de demencia senil severa, por lo que en consecuencia quedaron en suspenso 12 de las 19 causas que había en curso. Y a menos que Yapur se reponga, no se podrá llegar a las sentencias en esas causas, para las que pudiera haber otra oportunidad, cuando se pueda juzgar a Menéndez en Mendoza, si la salud lo favorece”, cuenta Ángela sobre las causas judiciales de las que se encuentra participando.

“Entre las 7 causas que siguen en pie, se encuentra la de mis padres, cuya carátula está siendo contemplado que pueda ser ampliada, agregándose el intento de asesinato hacia Ahualli (nota: la compañera de sus padres que estaba con ellos en el auto, durante la persecución en que Paco fue asesinado y Alicia detenida) y hacia mí, como así también, mí secuestro. El 26 de julio, tras el receso invernal, se retomará el juicio y se calcula que habrá unas 5 semanas, como mínimo, de alegatos, tras lo que los jueces darán la fecha en la que tras su debate, dictarán sentencia”, agrega.
Al tiempo que se investigan el asesinato de su padre y el secuestro y desaparición de su madre, hay otras investigaciones en curso contra integrantes del Poder Judicial acusados de complicidad con la dictadura.

“Las causas contra los jueces, la pata civil de la dictadura, son aparte, pero están conectadas”, indica Urondo Raboy. “El juez de Cámara Otilio Roque Irineo Romano por ejemplo, sigue en actividad dentro de la Cámara Federal de Mendoza. Su despacho está dos pisos más arriba de donde se están desarrollando los juicios contra los represores, y de no ser por sus fueros, ya tendría que está preso por estar imputado, no como cómplice o encubridor, sino como partícipe necesario, en 103 delitos de lesa humanidad”, sostiene.

“El día 4 de Agosto, el Consejo de la Magistratura debía votar por el proceso de jury a Romano, pero decidieron posponer el tratamiento hasta el 17 de agosto, a diferencia de lo que ocurrió con Luis Miret, otro juez cómplice de la dictadura, junto con otro cuestionado por encubrir estos delitos, Julio Petra. Miret, con ´solamente´ 4 delitos, fue el primero en ser suspendido de sus funciones, juzgado, hallado culpable y destituido por delitos de lesa humanidad. Esperamos que Romano con casi cien delitos de ventaja, sea urgente separado de su cargo, y que pueda ser juzgado, con todas las garantías, como cualquier persona que haya sido parte de la represión y el exterminio del pueblo, pero con el agravante de que siguieron, y en el caso de Romano, todavía sigue, impartiendo impunidad en nombre del Poder Judicial, que suponía el deber de impartir justicia”, concluye.