27 octubre 2020

Perdón




Ese mismo día al despertar, vimos en la tele lo de los cuadros y con solo mirarnos decidimos que iríamos. No lo podíamos creer. Estábamos siendo sacudidos por un gesto político impactante que no llegábamos a dimensionar. Era raro ir a un acto convocado por el Estado, el padre severo de todas las instituciones odiadas en la vida. Siempre había sido enemigo, pero algo se desdoblaba, nos interpelaba y a pesar de todas las dudas internas, lo reconocíamos. Ese 24 de Marzo iba a pasar otra cosa. Algo que podía ser un engaña pichangas, una trapisonda política, cualquier cosa, o no, como fuera había que estar ahí para comprobarlo.

Vivíamos con el Pájaro en un departamentito atiborrado en Los Blancos, un barrio de monoblocks por Dellepiane y Escalada, frente al Barrio Zavaleta, rodeados a un lado por los edificios rojos del Nágera, detrás pasando el parque Indoamericano, los Piletones, más allá al fondo, para el lado de Lugano uno y dos, la escuela de policía, el desarmado de autos y del lado de Soldati, la torre de Interama.
Salimos de casa temprano para llegar a tiempo y con las monedas contadas, seguramente caminamos hasta Liniers y de ahí tomamos el 29 por General Paz, hasta mi ex barrio de Núñez. La otra vida. Era un escenario conocidísimo, ajeno y siempre incómodo para mi. Al bajar del colectivo, vimos que sobre Libertador el tránsito circulaba normalmente y por un momento, pensamos que nos equivocamos, o que no había ido nadie, pero al llegar a Comodoro Rivadavia, encontramos la multitud, un mar de gente. Nos tiramos de cabeza. Era ahí donde había que estar. Todo el mundo apretado, desde Libertador a hasta la autopista. El escenario ubicado al final de la calle, daba la espalda a Lugones, que nos interrumpía la vista del Río de la Plata, ahí nomás. A la izquierda, la ESMA vacía, recién desalojada, con sus calles internas, paredones blancos y los carteles de "prohibido circular y detenerse" en las garitas de seguridad. Las rejas llenas de compañeros trepados, colgando como racimos por todas partes para ver mejor. A la derecha, el Club Náutico Buchardo, donde me llevaban de chica, con el parque intacto, las canchas de tenis, las hamacas. Los mismos árboles. La misma sombra. Pero todo distinto. Nosotros ahí y los recuerdos que se empezaban a superponer y desordenar, transformándose en postales. Cosas que estaban pasando en múltiples dimensiones. Cerca y lejos. Hondo muy hondo.
En el escenario, Juan recién restituido, señalaba hacia adentro mientras decía "yo nací acá". Y recuerdo haber volteado la vista, para buscar a mi hermana ahí adentro, entre las rejas. Entre los cuerpos. Entre todos. Ahí mismo, desde algún lugar, diciendo "aquí estoy, aquí estamos". Algo revelador estaba pasando. No sabíamos qué puertas se abrirían. Sobre una garita, una chica hacía flamear una bandera negra con una estrella roja. Recuerdo sus pantalones cortos, sus piernas fuertes, poderosas, su pelo largo anaranjado y su convicción. Yo no me sentía segura de nada. Desconfiaba de todo, menos de mi instinto, que me había llevado y por algo ahí estaba. Recuerdo el sofoco, estar apretados, la sed, el calor enorme. El saludo de los funcionarios mezclados entre la gente. Cristina vestida de punta en blanco y algunas otras tilinguerías que por momentos me distraían de lo que en realidad estaba pasando. Era demasiado simbólico todo, para vivirlo y al mismo tiempo procesarlo. El acto avanzaba, yo tenía las piernas flojas y un nudo atado en la garganta, pero era imposible caerse, éramos una gran masa humana.
La tensión traspasaba cuando el presidente dijo las primeras palabras. Habló de haber visto las manos de los desaparecidos en nuestras manos. ¿Él habrá visto, como yo a mi hermana? Estaban todos ahí presentes, sin dudas. El Pájaro me sostenía por la espalda; él siempre veía fantasmas por todas partes y me decía que si, su tía Susi, también estaba. Pero no podía colgarme con eso, el tipo seguía diciendo cosas que no esperaba. Habló de "los especuladores" y "de la oscuridad agazapada". Sólo recuerdo su voz y los ojos verdes del Pajarito, que se iban llenando de lágrimas y con la cabeza me decía que si, me confirmaba, que todo lo que estaba escuchando era cierto, que no lo soñaba. En mi desconcierto, no podía creer nada, me pellizcaba, pero el tipo seguía y no paraba de decir cosas raras, como que “hay que decir las cosas por su nombre”. Y si. Me estaba diciendo eso a mi, que no tenía todavía mi nombre y se me revolvía todo en la cabeza y en la panza. Me estaban tocando todas las cuerdas sensibles al mismo tiempo. Sentí en el cuerpo, como algunas cosas cambiaban para siempre de lugar. El sentido de todo se volvía a repasar y yo quería llorar, pero sabía que si lo hacía, no iba a poder parar. Iba a llorar escandalosamente, a los gritos. Todo mal. Néstor se iba a preocupar, iba a tener que interrumpir su discurso, para bajar del escenario a calmarme, a consolarme y no era justo, necesitábamos escucharlo todo hasta el final, ver hasta donde era capaz de llegar. Atrapar cada palabra que dijera.
“No como compañero o hermano de tantos compañeros que compartimos aquel tiempo, sino como Presidente de la Nación Argentina”… y como un rayo dijo: “Vengo a pedir perdón”. Perdón, dijo. “Perdón del Estado Nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia”. Perdón. No esperaba esa palabra. No esperaba que me importara así. Directo a la llaga, al núcleo del dolor. Algo pesado explotaba y se repartía. El daño renegado era reconocido cuando lo nombraba. El mal, a su lugar. “A los que hicieron este hecho tenebroso y macabro, tienen un solo nombre: son asesinos repudiados por el pueblo argentino”.
Otra vez, mil sentidos. Mil sentimientos. Un solo nombre. Certero. Reparador.
Ese día. Ese discurso. La palabra y la dimensión de la acción.

20 septiembre 2020

PARÁSITOS

 

PARÁSITOS

Hay tantos tipos de abuso como de abusadores, algunos evidentes y otros más sutiles


 Encuentro una animación basada en el cuento de Horacio Quiroga, El almohadón de plumas. Los chicos, impresionados, preguntan: ¿qué es ese bicho? ¿Es como un piojo, una pulga, una garrapata gigante? ¿Realmente son de ese tamaño? ¿Y pueden matar a una persona? ¿Existen de verdad? Se van a dormir medio espantados.

Voy a la biblioteca, necesito releer aquel capítulo de Una muchacha muy bella, el libro de Julián López que arranca en un acto escolar, con un disfraz de marciano y muchas dificultades para sostener las antenas en alto. La escena de pronto es interrumpida por una amenaza de bomba que desencadena una estampida humana a la calle y luego, más tranquilos, viene de regalo en el kiosco un Topolino, que junto a la palabra clave de la madre nos conduce a un recuerdo lejano, en el campo, donde hay un ave enorme, un ñandú o un avestruz que unos hombres destripan, dejando a la vista un nido blanco de parásitos retorcidos.

Pienso en lo in-mundo.

Mundos que encierran otros mundos. Microorganismo, huevos o esporas que son tragados y una vez dentro del cuerpo eclosionan en huéspedes que cómodamente carcomen el interior de su anfitrión. Pienso en las plagas y en el equilibrio frágil de los ecosistemas. En la supervivencia y la capacidad de adaptación de algunas especies, como los camarones que se pueden alimentar de casi cualquier cosa, incluso de parásitos y tejidos muertos, trasladando la escala de inmundicia a nivel de inmensidad.

Evoco por un momento y con lujo de detalles la escena del pantano, con las sanguijuelas en los calzones de Gordie, de la película Cuenta conmigo que vi a los 11 años en un cine de Flores.  Luego me vuelve a la mente la película surcoreana que vimos acá en el Abasto, durante las últimas salidas prepandémicas. Su representación de diferentes clases de parásitos sociales y los modos en que se chupan la sangre unos a otros, cómo se retroalimentan funcionalmente, sobre todo en la reposición del resentimiento y del odio que les genera esa mutua dependencia que hace, en definitiva, a la propia inutilidad parasitaria.

Supongo que cualquiera podría atravesar de manera inconsciente un momento parasital, o bien servir de alimento y ser temporalmente parasitado, pero cuando este es un estado deseado, se establece una forma de vida parasitaria permanente que se vuelve enfermiza y mortal. El parásito por esencia no puede hacer otra cosa, de manera compulsiva, irremediable y sin descanso. A eso se reduce todo nada más, a llenar un vacío constante, a calmar la desesperación de ese hambre voraz, fagocitar todo lo que sea posible, todo lo ajeno, ya sea malo o bueno, en eso consiste su gran esfuerzo vital, no hay motivación alguna para moverse más que para buscar una presa más gorda, clavar la aguja y mantenerse aferrado con ventosas en ese lugar.

No es necesario mencionar todas las analogías con las historias clásicas de vampiros, chupasangres, zombies, semimuertos y protovivos, dráculas, inmortales, con un pie acá y otro allá. La tensión, la intención, el rodeo. El juego del enamoramiento, la libido, el deseo. La necesidad creada. La búsqueda del consentimiento mediante el encanto, el romance, el acto de seducción para la extracción del alimento. El colmillo en el cuello, la mordedura experta sobre la carne dispuesta. La pérdida de la inocencia, el despertar, la pulsión sexual. La búsqueda de ese sustento primario, la sangre, los fluidos corporales, esa energía indispensable y vital.

Me voy de tema, me distraigo por un momento, o eso creo.

En la radio suena:

Sweet dreams are made of this.

Who am I to disagree?

I traveled the world and the seven seas.

Everybody's looking for something.

Some of them want to use you.

Some of them want to get used by you.

Some of them want to abuse you.

Some of them want to be abused…

Mientras escucho la voz acuática de Annie Lennox, fluyen recuerdos de todas las épocas. Tengo guardados tantos ejemplos de uso y abuso, en diferentes contextos y formatos, que no podría ni empezar a enumerarlos. Hay tantos tipos de abuso como de abusadores, algunos evidentes y otros más sutiles, inexplicables, difíciles de evidenciar.

Un verano soleado frente al río Paraná leíamos con un hombre el Homo Sacer, de Agamben. Quizás sea errado traer el concepto de nuda vida aquí, seguramente no se aplica, pero lo asocio libremente: ¿a quien le puede a importar? Soy una maleducada. Según lo poco que recuerdo de esa lectura, se refería justamente a esas vidas que nada importan, que carecen de valor. Personas que, sometidas a un cierto poder, quedan reducidas a cosas. Cosas que se pueden usar y descartar. Cuerpos que se pueden matar.

Hubo mucho que no terminé de entender, porque lo empezamos a estudiar con atención pero nunca llegamos al final. Este hombre también me hizo ver algunas otras situaciones alrededor, que me llevaron a hacerme preguntas, como: ¿cuánta gente acostumbra a pagar por estar acompañada? ¿Cuántos se ofrecen como carnada y se dejan morder a voluntad? Cuanta estructura predispuesta, cuanta vena hinchada, cuanta larva orgullosa, cuanta succión desesperada. ¿Quién se come a quién, al final de la jugada? ¿Quién es el parásito, en realidad?

Una mujer me preguntó una vez si me gustaba trabajar en equipo. Respondí que dependía de quienes conformaran ese equipo. Largó una carcajada enorme y me dijo que el mío había sido un modo muy elegante de responder que no. Me sorprendió, porque nunca lo había pensado así. Quise defenderme, explicar que tampoco funciono sola, que me gusta hacer cosas con amigos, conocidos, gente creativa, personas en quienes confío… pero ella siguió igual, cagada de risa. Me explicó que toda evasiva, rodeo, excusa o pero, significaba una duda y que ante una pregunta directa como la suya, toda respuesta que no fuera una afirmación rotunda, era básicamente un No. Y tenía razón.

Siempre tuve grandes miedos y fortalezas pequeñitas, donde a veces pude esconderme por un rato de ellos. Más allá de comprender y habitar el sentido de lo colectivo, toda la vida me costó integrarme, armar equipo, sentirme parte, reconocerme y definir mi rol en grupos grandes. Mi capacidad de producción es mayormente individual, o desarrollada en pequeños núcleos y luego articulada y expandida hacia lo colectivo. Desde que pude reconocer esta característica, empecé a tener otra valoración de cada intercambio. Elijo descubrirme entre pares, impares, parecidos y distintos, reconocer lo que hay de mí en otros y lo que hay de otros en mí. Prefiero tomar y provocar los riesgos de una vida co-laborativa a quedar entrampada en una vida profiláctica, nutricia, larvática o vegetativa.

Ok. Me estoy yendo por las ramas como una alimaña. No sé bien cuál es la relación entre una cosa y la otra, entre el miedo a las relaciones sociales y el tamaño de los parásitos que nos podemos encontrar. Lo que sabemos, es que, aunque puedan servir de inspiración, no merecen dedicatoria. Estas cosas ocurren y no nos volvemos inmunes con nada, entonces, mejor estar atentos, con la memoria presente de lo que acarrea dejar crecer cualquier tipo de parásito violento y el peligro social de empoderar a esta especie del mal, que come pizza gratis y mete bala por la espalda en nombre de la seguridad. Por todo eso y por las dudas, mejor revisar a fondo los placares infectos, arremangarse bien y limpiar. No se olviden de tirar a la basura todas las almohadas, porque alguna conexión en todo esto, seguro que hay.

Por último, como dijo en su juventud mi viejo:

Extiende la mano y espanta esos mosquitos.

Favoréceme; son insectos hambrientos, es la primera mujer que hemos tenido y apenas reconocemos ahora; son los años que hemos olvidado en algún tren: sólo les queda la amenaza, el sopor y una simple esperanza.

Carga sobre mi espalda lo que has abolido de mi pecho.

***

Horacio Quiroga, El Almohadón de plumas de Cuentos de amor, de locura y de muerte, Sociedad Cooperativa Editorial Limitada (1917)
Julián López, Una muchacha muy bella, Eterna Cadencia (2013)
Rob Reyner, Bruce Evans, Stand by me, Columbia Pictures (1986).
Bong Joon-ho, Parasite, Barunson E&A, CJ Entertainment (2019)
Eurythmics, Sweet Dreams, RCA Records (1983)
Giorgio Agamben, Homo Sacer, el Poder Soberano y la Nuda vida, Pre textos (1995)
Paco Urondo, Mosquitos, Historia Antigua (1950/1957). Obras Completas, Adriana Hidalgo Editora (2006)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

16 junio 2020

Cómo Heredar un oficio

 


Facultad de Periodismo y Comunicación Social – UNLP

Por Ángela Urondo Raboy*

A 44 años del asesinato del poeta, su hija Ángela recorre el pasado en fotos y archivos periodísticos.

La foto clásica del día del periodista me recuerda que hay figuritas fáciles y otras más difíciles de hallar. Que más allá de la curiosidad que nos moviliza a investigar y difundir, más allá de la verdad y la construcción de lo verdadero mediante lo probable y lo creíble, las pos verdades, las realidades intervenidas, aumentadas u opacadas, dependiendo de la conveniencia en cada ocasión, más allá de todo oficio, de toda operatoria, mas allá de todo encuadre, todo altruismo, de toda vocación, hay personas que influyen y dejan huella.

Heredé de mi abuela Edelma cuatro cajas de cartón madera, llenas de papeles, cartas, fotos y documentos, pero sobre todo recortes de diarios. Ella ya había muerto cuando llegué a la casa de mi familia con veinte años de vivir otra historia, y las cajas estaban ahí esperando, junto a los libros de papá en la biblioteca.

Los distintos diarios, periódicos y revistas, nacionales, internacionales y regionales, dan cuenta de casi toda una vida y se convierten en una especie de álbum familiar, que refleja la historia de mi padre, pero puede ser también la historia de estos medios de comunicación a través del seguimiento de su figura pública.

El primer recorte data del año 1935 y pertenece a la sección sociales de un diario santafecino, que anuncia un “Gran Concurso de Arte Infantil” del que participaron un tierno Paquito de 5 años, junto a su hermana mayor Beatriz. También hay de esa época unos retratos en lápiz negro, junto a un poema dedicado a sus abuelos y algunos recuerdos de la primera comunión.

Paso las hojas. Los recortes de los diarios están, o estuvieron pegados sobre hojas blancas de papel y guardadas en folios transparentes. El pegamento en algunos casos sigue siendo eficaz y en otros, los papelitos quedaron sueltos, pero siempre dejando una marca oscura indeleble como sello. Todo parece muy frágil y yo bastante torpe. Sigo adelante con cuidado.

Entramos a la adolescencia con la noticia de un importante premio a la poesía “La Perichole” y a partir de ahí, su actividad literaria toma vuelo propio, desarrollando una voz muy personal con la que establece un profundo diálogo interior en su poesía. Sin embargo, es con otros que se completa.

En un programa color azul celeste del Museo de Bellas Artes de Santa Fe, lo veo rodeado de nombres, algunos muy conocidos ahora. Esos eran los principios. El Retablillo del Maese Pedro, fue una importante exposición de jóvenes artistas y también una muestra itinerante, que se hizo noticia en cada pueblo al que llegó. Viajaban en grupo con el retablo de marionetas por el país, en un intercambio cultural sin fines de lucro, que duró hasta la muerte de Eva y la clausura por duelo de todas las actividades culturales.

A medida que me sumerjo en el archivo puedo experimentar la diferencia entre un texto escrito en columnas, o en continuado. Descubrir la fluidez en ciertas tipografías, la solidez de una buena diagramación y diseño, la importancia del espaciado. Lo que se dice en primer plano. Lo que decanta. Entre líneas. Lo que queda al costado. Destacado.

El grupo Poesía Buenos Aires es otra forma de experiencia conjunta, un espacio no solo de publicación literaria, sino especialmente de debate. Las publicaciones tienen un diseño moderno y aireado, con una cuidada selección de contenidos, con poesías en portugués y en castellano, en una visión amplia y regional de la cultura.

Las repercusiones de esta iniciativa en otros medios, dejan varias entrevistas donde queda plasmado el espíritu de aquel momento, con fotografías que registran un conjunto de muchachos vestidos de camisa y sombrero, divertidos alrededor de los escritorios, queriendo parecer serios, fumando, escribiendo, compartiendo el trabajo, el pensamiento, la vida, la acción.

El lenguaje expresivo de los medios, sus recursos comunicacionales, distintivos y líneas editoriales, varían de acuerdo al lugar y la época en que fueron redactados.

Los documentos se mezclan. Los distingo por épocas. Tienen fecha, pero no sé bien cual va antes o después, hay tantos detalles, muchas capas de información.

Era un hombre joven cuando fue nombrado Director de Cultura de la provincia de Santa Fe. Las notas que cubren sus actividades como funcionario, empiezan a reflejar un pensamiento político y global de la cultura. Pone en marcha entonces un gran Encuentro de Arte Contemporáneo al que concurren más de 200 artistas. Luego doy vuelta la página y me encuentro con una solicitada defendiendo su gestión de gobierno. Lo echaron. Sin mayor explicación, las cosas cambian y las noticias también.

Su producción sigue adelante. Se viene a vivir a Buenos Aires se separa, se vuelve a juntar. Va y viene. Se reinventa. Eso no sale en los diarios, pero el cambio de etapa se ve reflejado cuando empieza a aparecer junto a su nueva pareja y reconocida actriz, en las fotos de la sección de espectáculos tomadas en los halls de los estrenos.

Hizo varias obras de teatro y películas como autor: Turismo de Carretera, Noche Terrible, Pajarito Gómez, de enorme repercusión. Hay unos cuantos folios llenos de propagandas de las campañas de prensa, que son un paseo por la vanguardia gráfica de los años sesentas.

De sus viajes, que fueron muchos, hay muy poco material. Alguna foto en Cuba como jurado de Casa de las Américas. Un folleto de una conferencia en una universidad francesa de La Sorbona, cuyo contenido no se aleja demasiado de lo que se estaba haciendo acá, según puedo ver en los programas de las Charlas sobre Poesía, donde se trataron temas como: “La ubicación de la poesía brasileña y resonancia en la poesía argentina” y “La moral de los poetas”.

 Paco tenía una letra difícil, aplanada y chiquita, que a él mismo le costaba entender. Generalmente escribía a máquina, incluso sus notas personales. Tecleó y siguió tecleando. Siempre escribió: poesías, cuentos, novelas, obras de teatro, cine y televisión, a dos y a cuatro manos, ensayos, manifiestos, cartas, denuncias, traducciones, adaptaciones, entrevistas, y cantidad de investigaciones periodísticas, que en la actualidad se encuentran compiladas por la editorial Adriana Hidalgo.

Paco fue sujeto y objeto de las noticias. Comunicador y comunicado. Escribía en los diarios, al tiempo que los diarios escribían también de él, en un recorrido de doble mano donde se puede encontrar de ida y vuelta esa huella indeleble.

Otra joya visual que encuentro, es de los setentas: el programa de la obra de teatro “Archivo General de Indias”, con dibujos que evocan los calquitos escolares Simulcop.

En la textura de los papeles busco mensajes escondidos, con las yemas de los dedos, con todos los sentidos.

Superposición de elementos y contenidos, ejes y transversales. Señales, cabos sueltos.

Las notas se concadenan en su línea de tiempo y van pintando diferentes espacios.

Imagino a mi abuela Edelma saliendo a la calle a comprar los diarios que estoy leyendo. En diferentes sitios, a distintas edades. Sus zapatos sobre los adoquines, el sombrero, abrigo y monedero; y luego en su casa, con la tijera recortando los trozos de papel y con la lapicera azul subrayando el nombre impreso de su hijo.

Cuando hablaban bien, cuando hablaban mal, todo el registro forma parte del archivo. “Fabulador Urondo, sin poesía” dice una de las notas, con foto y todo. Es un premio a la ironía. Una puñalada al aire, incapaz de hacerle un rasguño al temperamento de Paco, o al orgullo de Edelma, que no claudica ante nada. Ni al final, cuando las cosas se complican, y como sabemos, se ponen malas.

Sigo pasando las páginas. Sección policiales, titular sobre la captura de “Miembros de una célula extremista”, que era nuestra familia en cana. La foto impacto de un arsenal. “A ocho delincuentes subversivos dictóse prisión”. Era diciembre de 1972 y el lenguaje de las noticias deja constancia del encuadre castrense.

Como contracara, a través de un cable de la prensa internacional, llega el apoyo de colegas intelectuales promoviendo una solicitada: “Por la libertad del poeta Urondo y de todos los presos políticos”. Hay grandes firmas y una carta abierta de Cortázar, junto a otras cosas que se mezclan en mi cabeza con cantidad de anécdotas preciosas que me fueron contando y no están registradas en ningún lado. La sorpresa de mis abuelos, que eran anti peronistas por una vieja herida de cesanteos universitarios, y la historia de cómo terminaron votando la fórmula de Perón, que era Cámpora.

Ninguna herencia es liviana o fácil. El archivo es una forma de memoria. Exige responsabilidad y cuidado. Me pertenece si lo comparto.

Me detengo en las noticias del 25 de Mayo de 1973, día de la asunción presidencial. Los titulares anuncian la “Amplia amnistía” y dan la nómina completa de los liberados. Las fotografías de las puertas abiertas del penal de Devoto ilustran los relatos de los festejos y los abrazos que duraron horas. Mientras tanto ocurre una noticia dentro de otra, que vale la pena destacar.

La puerta cerrada. La celda convertida en otro espacio. La libertad aguarda afuera. Los sobrevivientes de Trelew por primera vez reunidos ahí dentro. Con los ausentes. Las heridas. Las voces. Los silencios. La dolorosa verdad.

La Patria Fusilada es el registro periodístico del momento exacto en que los fragmentos individuales de memoria se recomponen en un relato colectivo, toman cuerpo y se inscriben en la historia.

El libro fue prueba clave en el juicio de lesa humanidad que se llevó adelante por esos hechos, tras más de cuatro décadas de impunidad. Un testimonio que sobrevivió a todos sus protagonistas. Son sus voces, que no las pudieron borrar.

Ese 25 de Mayo mi abuela sacó los borradores del libro de la cárcel y se los llevó a su casa, mientras la multitud se llevaba en andas a mi viejo, que sonreía, como aparece en las tapas de los diarios, con la barba crecida y un abrigo grueso cruzado.

Es un pedazo de historia. Un recorte.

Un recorrido en tiempo presente, del pasado.

Hay lugares que podemos de algún modo habitar. Descubrir como paisajes. Desgranar. Una caja de cartón, llena de papeles, puede contener muchas otras cosas más.

Encuentro expresiones sociales, culturales, políticas, intelectuales y populares, comunes y particulares. Hay eventos de todo tipo, desde encuentros de música y poesía en el Bar O Bar, o algún otro tugurio bohemio lleno de humo y alcohol, hasta el registro de las actividades oficiales, durante su breve pero ruidoso paso como director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, allá por el año 1974.

El clima de época parece disputar entre la opresión y la esperanza. Se estaba gestando el diario Noticias, en cuya redacción se conocieron mis padres. Podría dedicarle todos los días del periodista y todos los días a ellos, especialmente a mi madre Alicia, cuya ausencia irresuelta es un ardor permanente. Pero vuelvo a mi abuela. A su legado.

Intento imaginar a Edelma en aquel tiempo vertiginoso. Una figura en blanco y negro insertada en una imagen a color. Un anacronismo intentando descifrar códigos incomprensibles y nada que hacer al respecto, más que observar de lejos y esperar lo que ocurra sin resignación.

Paco super expuesto y clandestino. Con ámbitos de militancia, laborales y sociales superpuestos. Junto a una mujer nueva, mucho más joven y esta hija, de la misma edad que sus nietos. Dando(me) la vida. Poniendo la suya en compromiso. Y las sombras. Los grupos de tareas en acción. La bomba que estalla en el corazón de la redacción. Viene el golpe de Estado. Los juicios morales internos revolucionarios. La degradación. Las despedidas. El inexplicable traslado. El silencio y lo peor.

“Abatieron en Mendoza a un delincuente subversivo” fue la noticia.

“Planeaban atacar una comisaría”. “Usaban como escudo un bebé”. El comunicado firmado por Luciano Benjamín Menéndez, fue reproducido textual y publicado en los diarios del 18 de Junio de 1976, al día siguiente a nuestra captura.

Jamás se retractaron. El recorte de papel descansa dentro de su folio transparente, al fondo de una caja de cartón, guardado junto a las fotos de mi padre muerto y su certificado NN de defunción.

Pienso en las palabras. En su significado. En la forma que adopta cada letra de molde. En la tinta que las imprime.

La información entrando a los ojos de mi abuela en aquel entonces, como ahora entra a los míos, para sacudir desde ahí cada célula, cada partícula y que nada siga igual.

Veo el papel amarillo. Las manos temblando. La tijera sobre la noticia recortada.

* Ilustradora, poeta y escritora. Sobreviviente. Autora del libro “¿Quién te creés que sos?” (Capital Intelectual, 2012), también escribió los blogs Pedacitos, e Infancia y Dictadura, colección de relatos simbólicos, sueños recurrentes y visiones infantiles sobre la dictadura. En la actualidad trabaja de guionista, escribe en El cohete a la Luna, integra la asamblea de socios del CELS, se desempeña como docente en la Maestría de Comunicación y DDHH de la Facultad de Periodismo de la UNLP y es extensionista en la UNQ. En 2013 logró restituir legalmente su identidad, que hasta 1994 desconocía. Su madre la periodista Alicia Cora Raboy está desaparecida y su padre, el poeta Francisco «Paco» Urondo fue asesinado en el marco del genocidio.

Publicado por Diario Contexto (17/06/2020)

26 enero 2020

Caer Bien

 

CAER BIEN

Un nuevo poema de Ángela Urondo Raboy

 

caer de cabeza

desde lo alto

en caída libre

como semillas

como hojas secas

como pájaros

desplumados

como lágrimas

como velos

estrellas en la noche

dientes de leche

caer tentados

a tontas

de boca

de espalda

caer en silencio

caer al suelo

en picada

caer en cama

distraídos

caer preparados

en desuso

caer pesados

de maduros

de ignorantes

caer como tarados

como plomo

caer

tarde y temprano

lentamente

para siempre caer

con la misma piedra

caer rodando

y seguir cayendo

rendida

en los brazos

de un amor equivocado

como en el tango

como un mal trago

caer

en la trampa

caer de pena

abatidos

sin sangre en las venas

caer

con elegancia

caer desesperados

caer juntos

caer separados

al infinito

como lluvia

como llanto

como cristales rotos

espejos esmerilados

caer

al aire

silbando finito

caer muertos

caer bonito

caer tapados

saber caer

caer bien

caer parados