Mendoza (Agencia Paco Urondo, por Omar Rocco) Jueves 28 de julio: En la Biblioteca Pública San Martín asistimos a la presentación de un libro que es la reedición de aquel que recopilara fielmente los testimonios de tres sobrevivientes de la masacre de Trelew ocurrida un 22 de agosto de 1972. Como se sabe, allí fueron fusilados 19 militantes políticos de las organizaciones revolucionarios y es en el interior de una celda que el poeta, periodista y militante Francisco “Paco”Urondo graba las entrevistas a María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar el día anterior a que todos los presos políticos –incluido Urondo- fueron liberados. Sentados a la mesa de presentación están los militantes de éste tiempo, Alfredo Guevara, Anabel Fernández Sagasti (La Cámpora-Mendoza), Oscar D´Angelo, escritor, médico psiquiatra, y docente de Palmira, San Martín y a la sazón, exquisito expositor sobre la creatividad artística de Urondo y su amalgama al cuerpo de una revolución posible. Especialmente invitada está la hija de Paco Urondo, Angela Urondo, ya que esta reedición de La Patria Fusilada (por la Editorial Libros del Naufrago) ha sido ilustrada por ella misma.
“Yo soy Angela, nací en 1975, tres años después de que la masacre de Trelew se llevase a cabo”, así inauguró la particular relación que la historia le deparó con un libro que al decir de Oscar D’Angelo es un documento privilegiado para los análisis posteriores, no sólo por lo que evidencia –las artimañas de la dictadura militar de la llamada Revolución Argentina contra las movilizaciones populares- sino para la especial función de poeta-cronista internado en un penal como presa político de una dictadura. .
“En realidad yo no supe quien era mi padre hasta que tuve veinte años, por lo cual viví siendo la hija de un matrimonio que la adoptó y que le contó que sus padres habían fallecido en un accidente de auto Así que yo viví en esa burbuja durante veinte años y un día me enteré que mis padres estaban desaparecidos y por esa información supe que el nombre de mi padre era Francisco Urondo y me dijeron que escribía libros de economía. Yo busqué por las librerías de la Avda. Corrientes en Buenos Aires, me dijeron que no se conseguía en las librerías comunes, había que buscarlos en librerías especializadas. Fui de a poquito descubriendo quienes eran mis padres, hasta que finalmente conocí a mi familia, a mi hermano, a una tía, que me ayudaron a recuperar mi historia... Esto es para contar cómo llego yo a leer La Patria Fusilada por primera vez. En ese momento, que yo me encuentro con mi familia a los 22 años, en la biblioteca que había sido de mi abuela, me fui encontrando con ese material y me lo tragué de un bocado. Sin ningún tipo de orden para incorporar toda esa información. Y lo que me pasó con el tiempo, con todo lo que leí en ese momento, es que se me empezó a confundir todo, porque lo había leído muy rápido. Y para colmo de eso, el año pasado cuando me proponen hacer la ilustración para la reedición del libro, me vi en la obligación personal de volver a leerlo, de tenerlo presente al momento de ilustrar.”.
A partir de este momento, del relato de Angela comienza una etapa distinta; es algo que se da muy pocas veces en las presentaciones de libros donde en general, el expositor logra atraer la atención de todo el auditorio. Esta vez, se hace un silencio profundo, como si todas las voces se hubiesen encontrado en una sola voz que de golpe empuje a todas las demás hacia la ternura, el dolor, la nostalgia frente a sentimientos muy profundos:
“Intenté releerlo y no lo pude leer. Y les voy a contar por qué. A mi me parece que este libro habla con una intimidad muy profunda. Cuando uno lee este libro realmente cree que puede escuchar a las voces de esas personas que hacen los relatos y da la sensación de que uno estuviera encerrado en una celda en la cárcel de Villa Devoto, la noche anterior a la amnistía. Si uno escucha mientras lee, se leen hasta los silencios. Yo creo que los silencios son lo más hondo que tiene este libro, es importante por lo que dice, pero también por sus silencios, Yo traté de leerlo pero no pasé de la décima página y como no pasaba de ahí, me dí cuenta de que este libro invita a meterse con ellos en esa celda y meterse con ellos en esa celda, implica meterse a otra celda. Yo siendo muy pequeña estuve en una cárcel, con mi mamá, parecida a la cárcel de Devoto, … tal vez por eso no pude seguir leyendo. Porque tengo mi propia experiencia respecto de la cárcel.”
Para irnos de ese lugar de tristeza y sin sabor colectivo, el ángel de la hija del poeta y el militante nos saca una sonrisa casi con mezcla de llanto y nos invita a todos a hacer memoria por todos los chicos que sufrieron de distinta manera la dictadura militar, por los que no sobrevivieron hasta hoy para ver justicia y también a seguir la lucha por recuperar a los cuatrocientos que todavía no aparecen. Ángela, a modo de conclusión de sus vivencias nos cuenta desde qué lugar puede entenderse que uno hace un “ homenaje” y es la historia la que aún no termina:
“No pude leerlo, no pude en ese momento, porque con mi cárcel, con mi propio dolor, y mi propia celda ya era suficiente, pero me sirvió esta reflexión para de todos modos ilustrar la reedición del libro que quiere ser un homenaje, más allá de a las víctimas de Trelew, extensible a todos los desaparecidos, sobre todo a los que no tuvieron su nombre escrito, y no lo van a tener porque no hay nadie que pueda pedir hoy por ellos.”
Para despedirse nos regaló una de sus vivencias, que muestra cómo paso a paso va construyendo su identidad y nos invitó a todos a ser concientes que día a día construimos una identidad como sujetos, como sociedad, como pueblo, con la cual tenemos que comprometernos y estar muy atentos, para no equivocarnos:
“Quiero contarles que el 24 de marzo de este año presentamos La Patria Fusilada en Trelew, en el mismo aeropuerto donde se produjo la fuga y la recaptura de algunos de los que intentaban escaparse y a esta presentación fuimos con Raquel Camps, la hija de uno de los sobrevivientes. También pudimos visitar la Base Almirante Zar, que estaba en ese momento con faja de clausura judicial. Se estaba decidiendo sobre el destino del juicio, finalmente la Corte Suprema decidió incluirlo dentro de los delitos de lesa humanidad para que pudieran ser juzgados dado el tiempo transcurrido. Y cuando fuimos en el viaje a Trelew charlamos sobre este libro, nos comentamos y nos sorprendimos, porque a las dos nos había pasado algo parecido, habíamos utilizado este libro para leer algo que no está escrito superficialmente, ni ella ni yo nos podríamos acordar de detalles anecdóticos del relato propio del libro, si no que las dos leímos buscándole entre líneas todo lo otro, todo lo que a nadie le importa salvo a alguien que ha perdido a su padre. También quiero decir que cuando yo supe mi verdad a los 20 años, era el año 1995, estábamos en pleno menemismo y el Estado nos pedía reconciliación, nos pedía que los familiares nos reconciliemos con nuestros victimarios y esto era absolutamente inaceptable y realmente hubo que organizarse y resistir esa violencia del Estado. Porque una cosa fue la violencia de haber sido secuestrados o haber perdido a nuestros padres, otra cosa es la violencia de la mentira y otra cosa distinta es la violencia del intento reconciliatorio que hubo por parte del Estado. Y a nosotros, quienes recibimos este horror de parte de ellos, horror que no nos pertenecía, que no buscamos, un horror con el que no queríamos convivir, un horror que no queríamos que nos signifique como personas, pero que nos tocó y tuvimos que ponerle el pecho. Ahora esta justicia nos está permitiendo quitarnos ese horror de adentro y dejarlo donde corresponde, devolvérselos a quienes lo pergeñaron, el horror que se vaya con los horrorosos…Nosotros nos podremos ir curando individual y colectivamente como sociedad; sólo tengamos cuidado: la justicia se construye todo el día y todo el tiempo y la democracia también.” Publicado por Agencia Paco Urondo