9. Identidades restituidas:
síntesis de un proyecto naciente
Mariana Baranchuk, Ángela Urondo Raboy y Nora Viater
El artículo presente da cuenta del proyecto de extensión “Identidades restituidas: un aporte para el camino de las buenas prácticas
periodísticas”, que se encuentra vigente desde febrero de 2018 y se
refiere a la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
En el primer año nos proponemos la elaboración de un libro/manual destinado a los trabajadores de prensa y comunicadores, con el
fin de que se interioricen de la complejidad de la restitución y, acorde
a ello, comuniquen con responsabilidad, conocimiento y ajustado a
derecho. En el segundo año realizaremos talleres dirigidos a trabajadores de prensa, comunicadores y estudiantes de periodismo y comunicación, para difundir este tema y formar cuadros comunicacionales.
La Abuelas. Historia de una búsqueda y sus modos de interpelación
La Argentina no volvió a ser la misma tras el golpe cívico-militar
del 24 de marzo de 1976.
Luego de atravesar la implementación del terrorismo de estado; la
persecución ideológica; el exilio; el secuestro; la tortura; la desaparición forzada; la existencia de centros clandestinos de desaparición y
exterminio, y el robo y la apropiación de niños, ninguna sociedad sale
indemne. Esas experiencias dejan huellas profundas en la identidad
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La comunicación en los territorios
individual y en la colectiva: en la de aquellos que sobrevivieron a la
vejación directa, en la de los que sobrevivieron al silencio, y también
en la de quienes nacieron mucho después del horror.
Las políticas activas en torno a memoria, verdad y justicia son reparatorias no solo para los familiares de las víctimas, sino para todos,
para poder pensarnos en tanto colectivo.
lo que llamamos Memoria (…) opera como imperativo frente a
los actos conscientes y obliga a una toma de partido sobre los
hechos pasados, en función del presente y del futuro. Ella parte
de una premisa individual y colectiva: “el que olvida, repite”. La
memoria crece sobre las huellas imborrables de lo vivido. Narración y simbolización en la resignificación del horror, implica su
iluminación significante: analizar la sistematicidad de su práctica ilegal y su persistencia en el tiempo, sus causas y efectos
(Duhalde, 2011, p. 10).
Desde su formación, los organismos de Derechos Humanos de la
Argentina han encabezado los reclamos por memoria, verdad y justicia. De todos ellos, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo se destacó
por su objetivo específico: la búsqueda de los niños desaparecidos, que
hoy consiste en la restitución de su identidad a hombres y mujeres:
sus nietos.
Al inicio fueron madres solitarias, buscando del modo en que podían hacerlo a sus hijos e hijas secuestrados, y a los hijos e hijas de sus
hijos e hijas. Tal como narra la propia Estela de Carlotto, hacia octubre
de 1977 “doce mujeres con esa doble lucha se habían encontrado y
unido sus manos para inventar estrategias y desterrar lo individual”
(Abuelas de Plaza de Mayo, 2007, p. 15). Fue en octubre cuando en la
aún no tan tradicional marcha alrededor de la Pirámide una madre
191
Néstor Daniel González y Alfredo Alfonso
se apartó y preguntó: “¿Quién está buscando a su nieto o tiene a su
hija o nuera embarazada?”, y ahí se formó ese primer grupo de doce
personas que dio en llamarse Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos. Tiempo después adoptaron oficialmente el nombre con que
las designaba la prensa: Abuelas de Plaza de Mayo.
A lo largo de más de 40 años de lucha en la búsqueda de los bebés y los niños apropiados por el terrorismo de estado, las Abuelas
de Plaza de Mayo produjeron innumerables acciones y campañas. A
través de afiches, pancartas y avisos fueron construyendo un lenguaje
propio para poder comunicar claramente esta compleja realidad. Las
campañas van junto a las distintas etapas de crecimiento de aquellos
niños apropiados, hasta llegar a la búsqueda de personas que se han
desarrollado y son adultas. Mediante el análisis de las consignas y de
los diferentes recursos visuales, expresivos y participativos que fueron incorporando, podemos ver cómo esta búsqueda se ramifica, se
expande y se reinventa constantemente, para que el mensaje pueda
alcanzar a cada uno de sus destinatarios.
Este material da cuenta del paso del tiempo. El tiempo de aquellas
personas cuyas identidades fueron falseadas. El tiempo de las Abuelas
en el desarrollo de su historia institucional. El devenir de un símbolo
de lucha pacífica, reconocido por el mundo entero.
El tiempo de maduración democrática que un pueblo necesita
atravesar después de una dictadura, para llevar adelante el recorrido que va desde la superación del terror al compromiso de la acción
colectiva. En estas imágenes se inscribe la historia de un país. Son un
retrato de quienes somos y de quienes queremos ser. Esta es la historia de una lucha inclaudicable, que se ha convertido en una parte de la
identidad del pueblo argentino.
La Asociación tuvo distintas etapas en relación al vínculo con el estado, con la sociedad civil y con los propios niños, jóvenes y adultos que fueron restituyendo su identidad. También el reconocimiento de no estar solas, de poder organizarse, reinventarse frente a la tragedia durante la dictadura, y el apoyo de organismos internacionales a partir de la visita in loco en 1979 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ese mismo año, con la ayuda del Comité de Defensa de los Derechos Humanos en el Cono Sur (CLAMOR), se encuentra en Chile a los hermanos Julien Grisonas. Una esperanza, y la certeza de que los niños que buscaban podían estar en cualquier parte del globo. Las pancartas y las banderas hechas a mano son la primera expresión visual de esta búsqueda. Las primeras consignas se refieren a devolver entidad a estos niños desaparecidos, para luego dar lugar a su ausencia y a su búsqueda. La enunciación “niños desaparecidos” no se abre solamente como una voz de denuncia, sino que es una reivindicación de la existencia de aquellos a quienes se está buscando; una respuesta directa al discurso de Videla para nombrar lo innombrable: la desaparición forzada de personas: (“No están ni muertos ni vivos, no tienen entidad”), palabras que atañen también a aquellos bebés y niños secuestrados, desaparecidos con vida por la acción del estado terrorista. A ellos también intentaron despojarlos no solo de su identidad, sino de toda entidad. Ese carácter de inexistentes que la dictadura genocida quiso asignarles a los niños desaparecidos es lo primero a lo que las Abuelas salieron a oponerse. Buscaban hacer visible que existen. Rodeada de fotos, la consigna se convierte entonces en una pregunta abierta: “¿Dónde están los centenares de bebés nacidos en cautiverio?”. Al mencionar “los centenares” se está hablando de la siste- 193 Néstor Daniel González y Alfredo Alfonso maticidad de estas prácticas. Desde la primera palabra -ese “dónde”- nos hacen pensar en un espacio físico concreto, un lugar real y un posible “dónde estarán”, porque a los nietos de estas mujeres se los llevaron; no sabemos dónde se hallan ni qué fue de ellos, pero hay que encontrarlos, porque en alguna parte están. La búsqueda de bebés y niños pequeños es tan dinámica como su ritmo de crecimiento. Los bebés rápidamente dejan los pañales, seguramente van a la escuela y aprenden a leer. Las primeras campañas gráficas los incorporan como protagonistas, en primera persona. Las abuelas les dan la palabra, les devuelven la voz a los niños cautivos para hablarle a la sociedad: “Mi abuela me está buscando. Díganle dónde estoy”. Es el niño desaparecido quien pide que ayuden a encontrarlo. Vemos una imagen que contrapone a un niño llorando en posición fetal y luego a ese mismo niño mirando de frente, con la mirada clara. El fantasma de un árbol/cactus aparece como un monstruo, las ramas secas con espinas en el suelo crean un ámbito entre frío, despojado y sórdido. Un lugar impersonal, ajeno a todo. En las sentencias al pie se empieza a introducir el significado de la restitución de identidad. “Restitución es regreso a la vida” es el mensaje que ofrece un primer marco teórico para esa sociedad a la que se invita a participar de la búsqueda, así como también para los funcionarios del poder judicial donde se abrían los primeros debates en democracia sobre esta cuestión. Al principio solo se contaba con frágiles herramientas para poder demostrar el vínculo entre las abuelas y los niños robados. Al inicio de la década del 80 empieza a haber un reconocimiento por parte de la comunidad internacional, del genocidio perpetrado en la Argentina. La inquietud ante el conocimiento de la existencia de estos niños, nacidos en cautiverio y apropiados, abrió nuevos caminos y motorizó al mundo científico, pulsando un adelanto fundamental que tuvo como motor esta búsqueda. Los genetistas se enfrentaron al desafío de demostrar, a través de la sangre de los abuelos, el llamado “índice de abuelidad”, que permite reconstruir el mapa genético de las familias de los desaparecidos y constatar, a pesar de las ausencias, sus lazos genéticos sin margen de error. Con el hallazgo del “índice de abuelidad”, las Abuelas decidieron que los análisis genéticos debían llevarse a cabo en centros oficiales. Si el estado había permitido las desapariciones, debía asumir la responsabilidad de demostrar la identidad de sus nietos. “El lugar elegido entonces fue el Servicio de Inmunología del Hospital Durand” (Abuelas de Plaza de Mayo, 2007, p. 50). La institución de las Abuelas crece y comienza a trabajar en forma interdisciplinaria: se suman abogados, médicos genetistas, psicólogos, antropólogos. Una vez vuelto el estado de derecho y en los primeros meses del gobierno de Raúl Alfonsín, previendo que la búsqueda seguiría recayendo en sus espaldas, el 9 de septiembre de 1983 las Abuelas de Plaza de Mayo se constituyen en asociación civil. Los primeros años de la democracia las desilusionan: creían que el estado les retornaría a sus nietos, pero eso no fue así. A las leyes de Punto Final y Obediencia Debida se sumarán años después los indultos. Las Abuelas no claudican: siguen la búsqueda y se producen nuevas restituciones. En 1984 habían resuelto veinticinco casos. La identidad no se impone. Ni se borra, ni se anula. Las huellas identitarias lastimadas, envueltas con vendajes sucios, manchados y sujetados con alambre. Reminiscencias de ele- 195 Néstor Daniel González y Alfredo Alfonso mentos de tortura. La identidad encapuchada. Amarra y tabique. Aunque no hay color, se perciben heridas sangrantes. El protagonista es un ser doliente y la sangre está presente, en todo su valor simbólico. La sangre que pulsa y siempre vuelve. La sangre que permanece latente y llama. La sangre que no abandona, que no se va. La sangre con su propio contenido, con su verdad. La sangre con su ADN capaz de determinar quién es quién biológicamente, con la exactitud científica del índice de abuelidad. En otro nivel de lectura, están las manos manchadas con sangre de los apropiadores y los partícipes de las cadenas de apropiación. Y también parece una lejana resignificación del “pianito”, mecanismo con que las fuerzas represivas fichaban a los prisioneros, puesto que la misma huella es capaz de develar la verdadera identidad de una persona apropiada. A través de su larga historia, las Abuelas han sabido interpelar con sabiduría a la sociedad, al estado, a la justicia, al mundo entero y a cada uno en particular, sobre su postura ante el derecho efectivo a la identidad. Un derecho ineludible, tanto para la persona cuya identidad es apropiada como para sus familiares. El derecho a la identidad va incluso más allá, y explica que el derecho de saber quién es quién es también un derecho de los demás, es decir de todo el pueblo, de la humanidad. Hacia fines de 1996 y principios de 1997 tiene lugar un giro en la forma de comunicación de las Abuelas: se dan cuenta de que ya no se buscan niños sino jóvenes, y que estos podían colaborar con su propia búsqueda. Se apela a los propios jóvenes: “se trataba de generar 196 La comunicación en los territorios espacios de reflexión y de difusión a través de los cuales los chicos con dudas sobre su identidad pudiesen acercarse” (Abuelas de Plaza de Mayo, 2007, p. 119). Así comienzan a hacer difusión en festivales de rock y muestras artísticas, y a vincularse con universidades en diversos proyectos. Las consignas a través del tiempo van desde “Tu abuela te busca” a “Entre todos te estamos buscando”, para luego incorporar la pregunta fundamental: “¿Quién soy?”, que apunta directamente a la inquietud sobre la subjetividad de la persona apropiada, que ya es adulta. Buscate, desapropiate, parece entonces ser la consigna: “Si tenés dudas sobre tu identidad…”, “Resolvé tu identidad ahora”, “No te quedes con la duda”. A veces incluso sin palabras, como en la recordada campaña audiovisual de los aplausos, donde se evoca el saber popular que se aplica cuando se pierde un niño en la playa. A partir de 2003, con la asunción de los derechos humanos como política de estado, se multiplican las presentaciones espontáneas. Hoy los jóvenes a los que aún resta restituirles la identidad no son tan jóvenes, están por llegar a los 40 años o ya los pasaron. Tienen hijos, una nueva generación que lleva un apellido que no le pertenece, que desconoce su verdadera filiación; una condición de indefensión que permanece en el tiempo y se reproduce. En estos afiches y en el resto del material visual se inscribe una parte significativa de la historia de un país al que le han robado más de quinientos niños. Un país donde el genocidio ha dejado consecuencias irreparables y a la vez, ha dejado tanto para reparar.
El rol del periodismo
En la actualidad la situación de retroceso en términos de políticas de estado en torno a los derechos humanos se hace evidente. El
estado, nuevamente, no es un aliado, razón mayor para que desde
las universidades públicas redoblemos nuestro compromiso con
los organismos.
Las restituciones de la identidad de adultos son de una dimensión
diferente de la de los niños, y esos jovencitos que se preguntaban
quiénes eran. Cómo nombrarlos, cómo respetarlos, cómo colaborar
en su descubrimiento de la verdad y en el procesamiento de esa nueva
y desconocida realidad.
En ese marco los medios de comunicación de todo tipo (comerciales, públicos y sin fines de lucro) cumplen un rol trascendente, dada
su capacidad, en las sociedades actuales, de construir sentido común
y conformar la agenda de cuestiones que se deben tratar.
Cuando aparece la noticia del hallazgo de un hijo o de una hija
de detenidos desaparecidos, el verbo que se utiliza es “apareció”. Nosotros también lo (mal) usamos: “Apareció la/el 128”. No aparece de
casualidad o por estar perdido en un bosque. Es, ahora un adulto buscado; el resultado de un trabajo de años en el que cada dato aportó
algo -o no- para restituir la identidad de un secuestrado cuando era
bebé o un niño nacido en un campo de concentración, y fue apropiado
en un plan sistemático. La identidad no “aparece” por arte de magia.
Hay situaciones provocadas por la prensa que son operaciones políticas tendientes a desprestigiar el accionar de los organismos en general y de Abuelas en particular; sobre esas cuestiones nada podemos
aportar, excepto señalarlas.
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La comunicación en los territorios
Este proyecto se ocupa de aquellas situaciones donde no se trata
de una acción deliberada, sino de malas prácticas debidas al desconocimiento, patrones de comportamiento internalizados, falta de
precisión, etcétera.
Las conferencias de prensa, siempre convocadas por Abuelas de
Plaza de Mayo, en las que se pide expresamente reserva para preservar la identidad del/la restituido/a -un pedido que pocas veces es respetado-, terminan convirtiéndose en pequeños “circos” de cámaras
y cronistas que preguntan mal, poco y desconsideradamente. Si hay
un familiar presente -en general hay un retrato de los padres detenidos-desaparecidos- se trate de una abuela, un hermano o un primo, la
pregunta es “¿Cómo te sentís?” o “¿Estás contento?”; una duda que
no solo es absurda sino que además nunca será respondida del todo.
La pregunta para los periodistas debería ser “cómo dar presencia a lo
que no es del orden de la representación” (Nancy, 2006, p. 32). Lo que
aparece en su lugar, en el lugar de la pregunta o hasta del silencio, es
la urgencia por la primicia y por el morbo: no importa quién es esa
persona; importa su nombre, aunque este tampoco diga nada. El resultado es que la restitución es, si cabe, aún más traumática.
Tampoco -creemos- son de mucha utilidad los relatos edulcorados,
del estilo “Hablamos como si nos conociéramos de siempre”, “Quiso
saber todo sobre sus padres”, “Fue un abrazo interminable”, porque
quedan, de alguna manera, en el mismo registro con el que se daban
estas noticias hasta hace poco tiempo, como “padres del corazón” o
“adopción irregular”. En el apuro por cerrar una nota o subirla a la
web antes que ningún otro medio, los periodistas y sus editores suelen
echar mano a lo establecido, a la corrección, al lugar común. ¿Ese cronista estuvo allí, con esa familia? Y después de ese primer encuentro o llamado, ¿qué pasa? ¿Por qué no se siguen ni se actualizan los procesos de restitución? Porque todos queremos quedarnos con el final
feliz. El hijo/a es igual al padre/madre desaparecido/a.
En 1985, el diario La voz (1982-1985) efectuó una cobertura que se
diferenció ampliamente de la de otros medios, en el caso de la restitución de Carla Rutila Artés. Mientras La Nación publicaba la noticia en
la sección “Policía/Tribunales”, La Voz le daba la palabra a la abuela
Artés, quien dice, ya en ese año, que “hay que contrarrestar a quienes
proponen un manto de olvido o un punto final en el tema de las violaciones a los derechos humanos”. Y en un recuadro, este diario expresa:
El caso de los niños secuestrados o nacidos en cautiverio, mantenidos como rehenes y distribuidos como botín de guerra, es uno
de los capítulos del genocidio que no podrá ser cerrado hasta
que no haya una verdadera y efectiva Justicia.
El 27 de agosto de 1985 La Voz publica una columna de Vicente Zito
Lema, que escribe sobre “el encuentro con la verdad” y cuestiona a
quienes dicen que “así se desprestigia a quienes han sido vistos durante años como sus padres”. Critica severamente a los que piden por
“los chicos por encima de todo”. Dice Zito Lema que “es obvia la complicidad con los represores, que esconde una argumentación falaz”.
Es en el sentido de los ejemplos expuestos que apelamos a la responsabilidad de periodistas y comunicadores populares:
Los desafíos que afrontan cotidianamente los diferentes actores
de la comunicación (…) para trabajar bajo la perspectiva de los
derechos humanos, llevan a una dinámica de reflexión y debate
permanentes en función de la modificación y mejora de sus prácticas profesionales (Defensoría del Público, 2016a, p. 3).
200
La comunicación en los territorios
Los códigos de ética para la autorregulación, las guías para el tratamiento mediático de diferentes situaciones son un antecedente insoslayable de “Identidades restituidas: un aporte para el camino de las
buenas prácticas periodísticas”.
Nuestro aporte a la causa de Abuelas
Los primeros meses del proyecto los dedicamos a analizar las coberturas periodísticas de diversos casos de Abuelas. Allí señalábamos
lo que considerábamos errores, ausencias y aquellos ejes que concernían a la construcción de la noticia. A partir de este primer relevamiento establecimos ciertos nudos problemáticos y conceptualizaciones teóricas que nos parecía necesario abordar, y que luego quedarían
sintetizados en el título El rol del periodismo en la restitución de identidades. Pretendemos un libro que constituya un aporte al conocimiento
específico sobre la problemática de la restitución de la identidad y que,
simultáneamente, nos interpele -en tanto comunicadores y trabajadores de prensa- en nuestras propias prácticas comunicacionales:
¿lo que tenemos para decir proviene de una investigación propia o es una imitación de lo ya dicho en otros medios? ¿Es relevante para las vidas de las y los ciudadanos, o es simplemente
cáscara vacía? ¿Lo que tenemos para decir respeta la dignidad
y los derechos de los familiares y sus víctimas, o es funcional a
los intereses de poderosos y victimarios? ¿En qué contexto lo
decimos? ¿Cuáles son nuestras fuentes de información? ¿Qué,
quién, cuándo, dónde, cómo y por qué? Repensar todo en el
momento de la elaboración y narración de un hecho como noticia (Barrientos e Isaía, 2017).
201
Néstor Daniel González y Alfredo Alfonso
El primer capítulo de nuestro manual, “Entender el delito para
saber nombrarlo”, aborda la cuestión del robo de bebés, analiza en
lo que significa la verdad como constructora de identidad, explicita
el significado de la lucha de Abuelas y lo que significa la restitución,
e indaga sobre el sentido y la significación social del legado de la
Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
En segundo lugar aparece “Abuelas: comunicar e interpelar”; allí
se analizan diversas estrategias comunicacionales -específicamente respecto a la comunicación visual- que Abuelas fue adoptando en cada época, sus maneras de interpelar y los sujetos a
quienes interpela.
A partir del tercer capítulo nos centramos en las acciones y las
omisiones del periodismo, dando cuenta de diversas aristas. Encabeza este recorrido “El periodismo: el ejercicio de la construcción de
la noticia”; este capítulo vuelve sobre temáticas que son comunes a
los ámbitos universitarios pero que muchas veces se diluyen en las
lógicas propias de las redacciones: qué es la noticia, qué implica la
política editorial para los trabajadores de prensa, cuál es el peso de
las secciones que priorizan, qué ocultan y cómo eso ha funcionado a
la hora de dar cuenta de las restituciones por parte de Abuelas.
Al cuarto capítulo lo hemos denominado “¿Primicia (mercancía)
mata ética?”. Aquí ponemos en relieve las implicaciones éticas y las
afectaciones al derecho a la intimidad y a la preservación de la investigación judicial, entre otras situaciones.
En una línea paralela, en quinto lugar ofrecemos “Si no tienen
información, escriban poesía”, un entramado que cruza coberturas,
rutinas periodísticas y malas prácticas en la materia.
En el sexto capítulo consultamos a especialistas en el tema para explicitar “Cómo la información inoportuna puede afectar un proceso judicial”; a través de entrevistas armamos este espacio para que aquellos que hacen la noticia sepan cuándo es mejor callar. Otra gran incógnita que nos planteamos es cómo abordar lo que sucede en las redes; nos preguntamos, incluso, si eran materia de abordaje para los comunicadores, si era posible pensar en cierta responsabilidad social en el uso de las redes. Con esos interrogantes nació el capítulo séptimo “Las restituciones en las redes (¿sociales o de comunicación?)”, una indagatoria con final abierto. Las tres últimas secciones tienen un matiz propositivo, puesto que en ellas analizamos la trascendencia del tema que se ha de comunicar. Ya se hizo un análisis crítico de lo que se hace; lo que resta son propuestas sobre cómo abordar esta temática. En el octavo capítulo, “Restitución y después: aquello sobre lo que no se escribe aún”, damos cuenta de que la restitución no termina con la conferencia de prensa; es un proceso larguísimo no solo en términos psicológicos sino también materiales y concretos. Hoy un ser humano que es restituido tiene alrededor de 40 años. No solo se tratará de un nuevo documento; hay que sumarle posibles documentos de sus hijos, contratación laboral, aportes, escritura o contrato de alquiler; en fin, una multiplicidad de trámites y obligaciones en donde el estado no acompaña, el periodismo ignora y la sociedad calla. No hemos hallado ni una sola nota periodística que interpele al estado preguntando cómo es que en treinta y cinco años no se ha podido instrumentar algún tipo de acompañamiento para estos temas. Bastante complejo es el camino de la propia desapropiación como para que algunas cuestiones burocráticas, pero que conciernen a las huellas sociales de nuestra identidad, no sean facilitadas. 203 Néstor Daniel González y Alfredo Alfonso En el noveno y último capítulo proponemos un camino que es un posicionamiento: “Hacia una comunicación empática”. ¿Cómo abordar comunicacionalmente los casos de Abuelas? ¿Desde qué lugar? Cómo informar respetando, sin invadir en pos de la primicia -cuanto más desgarradora, mejor- y simultáneamente sin mimetizarnos, sin confundirnos con el otro, dado que la experiencia es intransferible. Por último, y a modo de epílogo, presentamos “Recomendaciones para las buenas prácticas comunicacionales”, un compendio de sugerencias que también funcionará como separata al momento de realizar los encuentros previstos, dado que los talleres dirigidos a trabajadores de prensa, comunicadores populares y estudiantes de comunicación están planeados para el segundo año de este proyecto en cierne. Tanto la elaboración del libro/manual como su difusión y su aprehensión por parte de los comunicadores son los pilares del trabajo que nos proponemos. Como integrantes de la comunidad de la Universidad Nacional de Quilmes y de distintos espacios de nuestra sociedad, creemos que este será un aporte a las buenas prácticas periodísticas que es necesario hacer por las Abuelas, por los que aún falta que sean restituidos a la verdad, por el derecho de toda la ciudadanía a vivir y construir una sociedad que conozca su pasado, que habite un presente sin falsedades y pueda elegir su futuro. Entendiendo que no se restituye solamente la identidad de cada uno de los nietos; se restituye la identidad de todo un pueblo que ha perdido una parte enorme de sus miembros. Se recompone el entramado social, el cuerpo colectivo. Todo aquello que el genocidio quiso borrar. 204 BIBLIOGRAFÍA Abuelas de Plaza de Mayo (2007). La historia de Abuelas. 30 años de búsquedas. Buenos Aires: Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia. Archivo Nacional de la Memoria. ----------------------------------- (2008). Las Abuelas y la genética. El aporte de la ciencia en la búsqueda de los chicos desaparecidos. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo. ------------------------------------ (2011). 76.11 afiches. Momentos que hicieron historia. Buenos Aires: Jefatura de Gabinete de Ministros. ------------------------------------- (2015). Niños desaparecidos, jóvenes localizados (1975-2015). Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes. Barrientos, M. e Isaía, W. (2017). Si no tienen qué poner, pasen música. Buenos Aires: diario Página 12, 26 de octubre. Daleo, G. (2012). Acá se juzga a genocidas. Buenos Aires: facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Sociales, UBA. Defensoría del Público (2016a). Ideas y orientación para la elaboración de un código de ética. Buenos Aires: Defensoría del Público. ------------- (2016b). Guía para el tratamiento mediático responsable de la Violencia Institucional. Buenos Aires: Defensoría del Público. ------------- (2016c). Guía para el tratamiento mediático responsable de casos de violencia contra las mujeres. Buenos Aires: Defensoría del Público. Duhalde, E. (2011). Archivo Nacional de la Memoria. Buenos Aires: Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Presidencia de la Nación. Nancy, J. (2006). La representación prohibida. Buenos Aires: Amorrortu.
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