19 septiembre 2023

Lengüetazos

 Télam - Agencia Nacional de Noticias

OPINIÓN

19-09-2023 18:09 - IDIOMA

Lengüetazos

La autora analiza la vitalidad del idioma y su capacidad para vivir en variantes y transformarse constantemente. 

Por ngela Urondo Raboy
POR ÁNGELA URONDO RABOY
19-09-2023 | 18:09
Telam SE

La lengua está viva. No es una sola, ni existe una única forma de usarla. Las lenguas se enredan, juegan, se divierten, jamás se quedan quietas. Las lenguas son dinámicas, mestizas y mutantes. Las lenguas nos llaman y nos encuentran.

El lenguaje es tejido conectivo. Es punto de confluencia. Es debate, intercambio, disenso. Es búsqueda, es incógnita, es respuesta. El lenguaje nos dice y nos contradice. Nos respalda y nos fundamenta. El lenguaje es cultura, es legado, es herencia, es historia y trascendencia. Es reflejo de quienes somos, nos define. El lenguaje nos abarca y nos expresa.

Es por lo tanto que el lenguaje como construcción social no puede ser rígido, ni mantenerse estático, requiere amplitud y flexibilidad para extenderse al amparo de diversas realidades, necesidades, identidades. Por supuesto, que para que eso pueda ocurrir, también son necesarios algunos puntos de anclaje, ciertas pautas, mínimos acuerdos que lo contengan, consensos básicos sobre el significado de las palabras, que garanticen en alguna medida el entendimiento.

Creamos el lenguaje con el que contamos para comunicamos, comprendernos, descubrirnos, reconocernos, para diferenciarnos, para poder discrepar y ponernos de acuerdo. El lenguaje se regenera, se recrea, evoluciona, se retrae y se expande, cambia día a día, se experimenta, se explora, busca significación y certezas, se hace preguntas, se despliega.

Las palabras entran en usos y desusos, algunas caen al olvido, mientras que otras resurgen, se recontextualizan, se reinventan, se reinterpretan, adquieren significados y encuentran nuevos modos de ser utilizadas. Los usos populares y poéticos de las palabras dan lugar a que se incorporen nuevas expresiones y (de)formaciones sintácticas, neologismos, re creaciones, lunfardismos, fusiones y mezclas que se desarrollan más allá de lo que habilita o le cabe a un lenguaje formal, con sus normativas estrictas, con su solemnidad, falta de calle y exceso de academia, un lenguaje que no hermana, que no conmociona, que no se le canta, que no sabe qué hacer con sus palabras inexactas, que se quedan cortas y no alcanzan a decir lo necesario.
El lenguaje muere y renace a diario, sin perder lo esencial del significado.

***
Todo lenguaje es político. El lenguaje es un territorio donde se disputan sentidos y siempre está en tensión, pero qué ocurre entonces cuando es el sentido del lenguaje y el significado de las palabras lo que se altera, se pone en duda, o en discusión? o cuando la palabra es directamente impuesta, mentida o negada?

Cuando se lo anula como herramienta, no hay más lugar para poder disentir o ponerse de acuerdo. Cuando las palabras pierden toda lógica es imposible establecer entendimientos. Cuando se rompe el sentido de las palabras, se acaban las posibilidades de concertación. Todo da igual. No hay reglas, ni errores, no hay malentendidos, ni aciertos, no hay forma de resolver los problemas, no hay más mesa de negociación.

Sin la construcción social, el lenguaje autorizado se vuelve mandato. Se fractura la comunicación.

Se impone un sentido arbitrario a la palabra como un modo inmediato de dominio y opresión.

“-Cuando yo uso una palabra, quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos.

-La cuestión es, si es posible hacer que las palabras signifiquen tantas cosas
diferentes.

-Lo importante es saber quién manda” 

Como nos advierte Lewis Carroll en Alicia a Través del Espejo, mediante el diálogo entre Humpty Dumpty y Alicia sobre semántica, las palabras pueden significar cualquier cosa o incluso no significar nada en si mismas si no son legitimadas por alguna autoridad. Lo importante es quien pone la sentencia. Dependiendo de quién tiene la autoridad sobre las palabras, todo puede significar una cosa o cualquier otra. Sin una forma de lenguaje en común todo conflicto se vuelve irresoluble,
indiscutible y reducido al antojo del más poderoso, del que ordena.

Las palabras desacatadas, son perseguidas y estigmatizadas.

Mazmorra y mordaza. Quema de libros. Cortad las cabezas. Calla.
***

A donde voy con este palabrerío? qué quiero decir con esta sopa de letras?
El lenguaje puede ampliarse, adaptarse, re crearse, puede mutar de forma natural y evolutiva en expansión inclusiva, en sentido emancipatorio y liberador.

Distinto es, cuando se dinamitan los puentes, la vías de comunicación. Cuando se traiciona la palabra para volverla incomprensible y dejar al otro afuera de la conversación. Cuando el objetivo es producir la falla, el malentendido, la crisis comunicacional a escala humana, política y social. Cuando se busca generar la imposibilidad de establecer algún tipo de comprensión y mucho menos llegar a algún acuerdo.

Voltear las palabras completamente y usarlas al revés, suele ser una manera efectiva de romper sentido. Palabras dadas vuelta, deformadas, vueltas locas, rendidas, sin capacidad oratoria, listas para perder todo juicio, sin defensa, sin la palabra como verdad. 

Un lenguaje orate, lleno de palabras vaciadas de todo sentido social, histórico y político, drenadas de contenido y vueltas insignificantes. Es la perversión del lenguaje.

El sentido del sinsentido. Esto es, la ruptura del lenguaje para la exclusión.
Otros medios pueden ser, el uso de un lenguaje confuso, mentiroso, enrevesado, exclusivo/excluyente, la omisión, la cancelación, el rechazo, la prohibición, la figura de malas palabras, la pérdida de códigos comunicacionales, la marginalización, estigmatización y criminalización de ciertas lenguas.

La confusión parece alentar el des entendimiento. Des entenderse rompe lazos, genera frustración, odios y resentimientos, lleva al aislamiento, al individualismo y al miedo. Este tipo de crisis controlada sirve para vulnerar y provocar indefensión, aumenta la posibilidad de manipulaciones y predispone a cualquier dominio.
La ruptura del lenguaje habilita además a la ruptura de otros acuerdos.
***

Desde la romantizada historia de la Conquista de América, que solía enseñarse evitando nombrar la usurpación, el saqueo, la esclavización, la masacre fundacional ocurrida en estas tierras, podemos dar cuenta de la imposición cultural feroz, con sus reglas y roles sociales que sellaron y establecieron un sistema de desigualdad y sometimiento. Dominio que se estableció también a través del lenguaje, mediante la imposición de un idioma externo, palabras in identitarias arrasando, las lenguas aborígenes de los pueblos originarios. Lenguas maternas, prohibidas y doblegadas, llevadas en muchos casos hasta le extinción.

Existen muchos ejemplos de cómo las palabras pueden ser cambiadas de signo, vueltas lo contrario de lo que significan en realidad.

“Revolución Libertadora” se autodenominó la dictadura concebida en el bombardeo a personas indefensas. “Proceso de reorganización” fue el título oficial que se dio al exterminio masivo y desaparición de personas durante la dictadura genocida. El terrorismo de estado llamó “terroristas” a sus víctimas. “Subversivos” a los artistas, a las canciones, a las palabras, a los maestros que enseñaban a pensar. “Padres del corazón” se denominaron los ladrones de niños y bajo la misma lógica tildaron de “viejas locas” y “siniestras” a las Madres y Abuelas que los salieron a buscar.

Hace mucho tiempo que sabemos bien cómo es el reino del revés, tal como nos invitó a ver, a decir y a cantar, la gran maestra María Elena Walsh. Es así que no sorprende, que hoy se le pueda decir “avance” al retroceso y llamar “libertad” a la
opresión, con ese nivel de contra literalidad explícita, un cinismo sin metáfora ni poesía.

Conocemos el juego, el subtitulado puede traducir: La libertad retrocede, o La opresión avanza. No es algo nuevo, es la continuidad de viejas fórmulas, tan sabidas de memoria que podríamos recitarlas en jeringoso.

***
La palabra enajenada, impropia, desnaturalizada, no quiere decir nada.
Y nada cuenta si la palabra no cuenta.
Damos lengüetazos desesperados para sobrevivir.
Hay que escuchar adentro y afuera, hacer silencio hasta sentir la certeza de una palabra.
Liberar su verdadero significado y defenderla desde un compromiso ético y amoroso.
Hay que volver a decir quienes somos, qué queremos, qué es cada cosa y qué necesitamos para
estar mejor. Hay que hablar claro, soltar la lengua, hacerla justa, hacerla cierta.
Hay que re volver y descubrir en lo profundo ese lenguaje que fluye, que nos refleja.
La palabra que nos reúne. La identidad que se expresa de manera honesta.
Es una elección vital, atesorar la palabra de honor y defenderla, cumplir con ella y darle valor, para
no estar regaladxs, indefensxs, para no quedarnos solxs, para darnos de manera verdadera.
Para confiarnos y construir en conjunto. Para que seamos siempre parte del contrato social y que nadie se quede afuera. 


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