10 noviembre 2023

El que se enoja pierde

 Télam - Agencia Nacional de Noticias

OPINIÓN

10-11-2023 09:10 - UNA RESPUESTA A LA "LOCURA"

El que se enoja pierde

Llamado urgente a tranquilizar las aguas y elegir por la paz, en medio de tanto berrinche, enojo, pataleo y otras formas de odio encubierto. Los interrogantes que deberíamos saber responder todos. El ejemplo de las madres frente al desmadre.

Por ngela Urondo Raboy
POR ÁNGELA URONDO RABOY
10-11-2023 | 09:10
Imagen ngela Urondo Raboy
Imagen: Ángela Urondo Raboy

Parece inevitable que a la hora del berrinche las criaturas busquen cualquier excusa para enojarse, llorar y patalear. Se les ponen los cachetes y las orejas coloradas. La presión sube como un calor que se acumula en la cabeza y asfixia, hasta explotar. Pasan cosas que son necesarias desahogar.

Ante esta situación, habrá quienes reciban mayor contención y herramientas para poder lidiar con la crisis y trascender el dolor, o la angustia, el enojo, el miedo, la frustración. Un abrazo a tiempo. Alguien que te recuerde que el mal momento va a pasar, que no estas solx. Alguien que acaricie la espalda para calmar los latidos al galope. Personas que te acompañen y te esperen. Que te ofrezcan un vaso de agua, que te inviten al aire libre para mostrarte lo que hay detrás del horizonte. Que te ayuden a volver a respirar. Habrá quien te cante canciones especiales para recobrar la armonía y enseñar el camino de vuelta a la calma, para recuperar la paz interior que durante los momentos de crisis se escapa.

Ante el mismo malestar, habrá otras personas que en cambio no reciban ningún tipo de atención y quedarán en estado de crisis sostenida, pataleando por tiempos prolongados, llorando en cualquier lado, hasta rendirse sólo por cansancio, para luego retomar la pataleta bajo cualquier excusa, con altos bríos y más fuerzas, en actitud de susceptibilidad, reclamo, querella crónica, demanda constante, reproche. No podrán hacer algo bueno por nadie, ni por si mismos, no comprenderán la compasión, la piedad o la empatía. Crecerán sin saber superar sus problemas, no podrán deshacerse de ellos, sino acumularlos y expandirlos en cualquier lugar, ante todo, sobre todos y especialmente, sobre cualquier tema. Querrán mantener las disputas abiertas, adheridas, irresueltas. Las crisis se harán costumbre, el incordio se convertirá en esa característica predominante de la personalidad, la beligerancia fundamental llevará a romper y ocupar determinados roles sociales, al trasladar a los vínculos el malestar, como una bola de conflictos irresueltos y construir de esa forma el trato con los demás.

Pero también existirán personas, quienes ante una misma crisis, además recibirán retos, malos tratos y reprimendas por estar molestando en busca de algún desahogo posible a sus problemas. Estas personas tendrán los conflictos potenciados. Creerán que hay permiso abierto para todas las violencias. Asumirán que toda disputa es una contienda, una provocación, una declaración de guerra. Las razones serán excusas. No habrá metas, ni entenderán cuales son las conclusiones. No podrán diferenciar lo justo de lo injusto, la risa del llanto, o distinguir a las víctimas de los victimarios, el sentimiento del resentimiento, la reacción de la acción, la libertad de la opresión, lo bueno de lo malo. Vivirán desesperados, sin hacer pie, sin tocar fondo, sin comprender. Alimentando un espiral de injusticia y violencia creciente. Enmascarando el miedo en ira, avivando el odio, gozando en sarcasmos infelices, siempre desconfiados y paranoicos. Destructores de proyectos, personas, países, planetas, como tornados inevitables que arrasan todo al pasar.

Es fundamental para los seres humanos recibir amor y educación emocional, aprender a superar los berrinches primarios, para saber cómo gestionar la ira, el dolor, el enojo, el miedo, la angustia y ante una crisis emocional, saber más o menos cómo se puede hacer para retomar las riendas, meter un freno para controlar el desborde de emociones negativas y no dejarse gobernar por ellas; y luego analizarlas para poder modificar conductas dañinas, frenar la expansión negativa de la violencia, procesarla y revertirla, para incluso poder convertir, recrear, re significar lo traumático, hasta volverlo en otra cosa.

Nunca es tarde para adquirir herramientas, o para inventarlas. Para empezar a estar mejor, es necesario ser visto y reconocido, recibir abrazos y acciones reparatorias.

Seguro habrá muchísimas excepciones a estas apreciaciones, que no son reglas, ni mucho menos mandatos, solo una mirada que cae en generalizaciones intentando entender qué pasa en estos tiempos significados por la frustración y el odio.

¿Qué ocurre cuando lo mismo sucede en gran escala, cuando no es un individuo, sino el pueblo en su conjunto, la sociedad, que no ha podido procesar sus enojos, sus dolores, sus miedos más profundos? ¿Qué pasa cuando se convierten en violencia, ataque de ira, en rabia colectiva?

¿Qué pasa cuando no existe nada ni nadie capaz de contener estas emociones?

¿Qué ocurre cuando no hay desahogo posible, cuando no hay gestos solidarios, cuando es la ley de la jungla y sálvese quien pueda?

¿Qué pasa cuando no hay posibilidad de diálogo, cuando no hay interlocutores, cuando no se reconocen los reclamos, cuando nadie se hace responsable, ni los pares, ni las autoridades, cuando hay abandono, cuando se queda a la deriva, por debajo de los derechos más básicos?

¿Y qué pasa cuando además, al malestar social se le responde con represión?

Por otra parte ¿qué podría pasar, cómo se solucionarían los conflictos si quienes gestionan la autoridad fuesen principalmente personas conflictivas? ¿Qué sucedería si quienes tienen el poder sobre las fuerzas ordenasen desde el desborde, al exceso? ¿Hasta dónde podrían escalar las violencias y las conflictividades si el gobierno quedase en manos de personas desquiciadas de odio?

Alguien que no puede soportar presiones, que no puede contenerse a sí mismo, no puede dar contención a nadie más. Quienes no pueden gestionar sus emociones, no pueden gestionar nada, mucho menos el destino de la vida de lxs otrxs. Alguien roto debe intentar recomponerse a sí mismo antes de romper en masa a lxs demás. Un funcionario público descompuesto, no funciona y si es carente de recursos y empatía, es capaz de provocar mucho daño, especialmente si su propuesta explícita es detonante y destructiva.

El sistema democrático no puede aceptar como opciones las políticas antidemocráticas del odio que se presentan como propuestas, por el límite que corren, por la amenaza que representan, porque los modos violentos y contenidos destructivos que se fomentan, las promesas de odio verbalizadas son una forma de instigación, que anteceden porque habilitan a las acciones físicas de odio y otras formas de violencia concretas.

Para aspirar a la función pública en general y a ocupar la presidencia en particular, debieran demostrarse ciertas capacidades para el entendimiento, la gestión y el diálogo; aptitud, idoneidad y empatía; exponer las mejores cualidades humanas, mostrarnos que pueden ser capaces de resolver conflictos en lugar de generarlos, que pueden aportar paz y concilio, ofrecer acciones de cuidado, ayudar a reparar el bienestar social donde hace falta.

Necesitamos que sepan gobernar para todos y no solo para el beneficio del fandom cautivo, los empresarios socios y algunos pocos rubios. Es preciso que conozcan bien, que su deber es gobernar incluso para quienes piensan distinto, sin ideas de destrucción, sin exterminios, sin segregación; se debe trabajar para contener al conjunto del pueblo, en lugar de sumar más desesperación y echar combustible al fuego.

Los candidatos presidenciales, tan diferentes uno del otro, ¿son igualmente capaces de cumplir con los estándares propuestos por nuestras leyes? ¿conocen las reglas? ¿tienen experiencia en gestión o son improvisados? ¿respetan la Constitución? ¿adhieren a los pactos y consensos democráticos? ¿trabajan para la paz? ¿son gente respetuosa, amplia y tolerante? ¿tienen estabilidad, solidez, templanza? ¿los mueve un deseo constructivo y colectivo? ¿tienen cultura?¿tienen calle? ¿tienen corazón?

Como dijo alguna vez Luiz Inázio Lula da Silva en una entrevista para el canal Encuentro: “El mejor ejemplo de gobierno, no se saca de un libro, viene de la madre. Ella siempre va a cuidar al hijo que está más necesitado. Si tiene que dar un pedacito más de carne, se la dará al más debilitado. Si tiene que dar una mamadera más, se la dará al más debilitado. Ella adora a todos, ella ama a todos, pero aquel debilitado no es el más bonito, no es el más despierto: es el más necesitado; y ese es el espíritu de una madre. Confieso que yo gobierno con el espíritu de una madre”.

Quizás el rol simbólico de la madre esté idealizado, estandarizado y novelado, no voy a discutir eso acá. Me parece de una ternura intencional, una voluntad, un deseo, un estado de cuidado materno, protector y amoroso, que como huérfana aprecio y añoro.
Ojalá que como pueblo tengamos algo parecido a esa mamá cuidadosa, a ese amor. Lo contrario, sería un desmadre.

El desmadre puede significar muchas cosas, como falta de mirada, de amor, de teta nutriente, falta de escudo, de abrigo, de defensa, falta de dique de contención, de autoridad ordenadora, de brújula y guía… o más bien como lo entienden los mexicanos, con la madre como cabeza rectora; entonces cuando chinga tu madre es que falla la cabeza, funciona mal, pero cuando ocurre el desmadre, la cabeza, la cordura, la razón, se pierden por completo; algo parecido a volverse loco, pero un poco a propósito y por poder, para provocar la llegada a otro nivel más allá del desborde y el descontrol.

Como seres humanos y como pueblo, necesitamos paz y estabilidad, que se respeten todos nuestros derechos, para poder soñar con un futuro de prosperidad.

Ningún gobierno puede estar basado en el odio, no puede ser un plan la marginalización de los oponentes, ni la violencia represiva.

Debe ser un propósito común abrazar el derecho a vivir con dignidad y en igualdad, defender los valores de la democracia, comprometerse con ella para reforzarla y perfeccionarla, trabajar de manera constructiva, sin detonar lo que existe como si no valiera nada. Hay que arreglar la casa, no derrumbarla. La democracia es perfectible, hay que ayudarla.

Tenemos que acompañarnos una vez más, aprender juntxs a superar esta crisis, para poder recomponernos, para poder crecer y hacer de la necesidad de catarsis una construcción, transformar el berrinche en algo positivo, canalizar la furia, elaborarla, volver creativo nuestro desahogo, calmar los ataques de furia, los miedos que bloquean y no dejan pensar.

No se toman buenas decisiones desde el enojo. No es bueno dejarse gobernar por el odio, es lo más parecido a rendirse. Hay que parar la bronca. Salir de estado de ira. Volver a respirar. Hay que saber, que mientras el mal momento pasa, no estamos solos y que es posible estar mejor. Hay que hacer posible el amor y expandirlo. Tiene que ser una elección la paz.

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