13 septiembre 2010

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La reparación económica que en 1994 dispuso el Estado para las víctimas del terrorismo de Estado, fue uno de los motivadores fundamentales para que se develara el secreto sobre mi origen, mantenido hasta entonces. Al contrario de todo lo que venía ocurriendo hasta ese momento, me alentaron a que me presentara a reclamar, como hija de padres desaparecidos, la indemnización y me llevaron a la Subsecretaría de Derechos Humanos a iniciar el trámite.
Cuando llegó mi turno, yo con toda naturalidad le dije a la señorita que me atendía: -“me llamo Angela, soy hija de Alicia Raboy y de Francisco Urondo”. A la chica se le llenaron los ojos de lágrimas. Yo le pregunté si los conocía y ella me dijo que claro, sabía quién era mi papá. Yo, que no lo conocía, le pregunté entonces, si era su amiga y ella me explicó que no, nunca lo había conocido personalmente, solamente había leído sus libros…y yo le dije, que yo no lo había leído (todavía), que solo conocía el nombre.

Esa fue la primera acción que tuve permitido hacer como quién en realidad soy, claro que en ese momento no fui consciente del gran paso que acababa de dar.

Después, me mostró el archivo de la Conadep, con una foto de mamá en banco y negro que yo nunca había visto y el testimonio del tío G. que yo nunca había leído. Para realizar el trámite, me pidió ver mi documentación y luego de examinarla, me explicó que al haber sido adoptada, yo había perdido todos los derechos hereditarios sobre mi familia de origen y que por lo tanto, ya no era beneficiaria para cobrar, porque había perdido el vínculo legal con mis padres biológicos;  pero que los familiares directos de mamá y de  papá, podían cobrar. Sabíamos que por parte de mamá ni iba a haber problema, los herederos eran sus 2 hermanos, G. y J., pero por parte de papá…todo era misterio.

Al salir, quedaron frases flotando en mi cabeza  -había perdido el vínculo legal con mis padres biológicos (¡!)(?) –. Había perdido. Vínculo legal, había perdido, padres, había perdido, derechos, había perdido, tiempo, muuuucho tiempo, había perdido, nombres, había perdido, libros, había perdido, yo, había perdido.

En el auto, por primera vez escuché sobre la existencia de mis posibles medio-hermanos mayores: "que serían un varón y una mujer…que podía ser que alguno de ellos o tal vez los dos, estuvieran muertos…” y muy pronto, las vaguedades se volvían más certeras: “… que muy probablemente a la hermana mujer, la mayor, casi seguro que a ella también la habían desaparecido en esa época; que me concentrara en buscar a mi hermano”.

Yo me quedé en silencio. Trataba de que no se me notara, que llovían las preguntas torrenciales. Saber que mi familia existía, me atravesaba todas las emociones. Desde que me habían dicho el nombre de papá, poco tiempo antes, hasta ese momento, no me había imaginado nunca que podía llegar a tener hermanos, tíos, primos, abuelos o sobrinos. Sorprendida y envalentonada por el permiso adquirido ese día, decidí que iría hasta las últimas consecuencias, maginé que tendría que armar una historia de espionaje para encontrarlos.

El dinero no me importaba especialmente -nunca fui una persona materialista- pero entendí que el permiso familiar era para buscarlos por interés económico y no afectivo, que esa era la forma de mantener la complicidad y el buen trato con los adoptivos y la vía libre para poder manifestar mi interés por encontrar a los biológicos. Me preguntaba, porqué no me buscaron? No me querían? Me odiarían por ser hija de otra madre? Y por otra parte, mi familia adoptiva siempre supo todo? Mi familia materna siempre supo de mi familia paterna?  Y nunca me lo dijeron?  Porqué nunca me lo dijeron?  Dónde habrá nacido la prohibición de decirme esas cosas? 

No podía entender, era absurdo que no nos conociéramos. Pensaba que “esa familia” (que nunca me había venido a ver), sentiría rechazo y hostilidad hacia mí. Creía que “Ellos” eran algo ajeno, que no me pertenecían.No se me ocurrió pensar que no los dejaron verme, que así como a mí me ocultaron todo de ellos, a ellos, les ocultaron todo de mí y que desde esa otra perspectiva, yo era la cautiva.

Y el fin del cautiverio se estaba dando, en una continuidad de hechos, como se gana un territorio, paso a paso y ni un paso atrás y ese día fue uno de los importantes.

Poco tiempo después, el 23 de Mayo de 1995 se produjo el reencuentro con mi familia paterna  
Lo de los bonos pasaron a ser algo anecdótico, sin importancia; los cobramos un mes antes de la crisis del 2001 y quedaron congelados en el corralito. 

El reencuentro con la familia, más que un final felíz, fue el comienzo de la realidad, a veces felíz a veces no tanto, pero real y nunca tan infelíz como antes.
Tal vez algún día la historia de los bonos tenga también un final feliz? ...la esperanza es lo único que no se pierde.