Mis papás, como buenos militantes, entregaban todo su sueldo a la Orga y vivían con una asignación, equivalente al sueldo de un obrero calificado. Ese dinero, apenas alcanzaba para cubrir los gastos básicos de la supervivencia y no cubría las demás necesidades, como los viáticos para las actividades de la propia militancia, por ejemplo. Mamá, prefería ir caminando a todas partes: Juntaba todas las moneditas y con lo que se ahorraba, compraba un paquetito de café Franja Blanca, que era el favorito de papá.
Un mimito pequeño burgués, en tiempos de Revolución.