01 marzo 2024

Derechos sexuales y reproductivos en mujeres con VIH

Mujeres que viven con VIH: vergüenza, culpa y deseo

Cuelgan lazos rojos afuera del Congreso para reclamar por trabajo preventivo y solidario hacia las personas con VIH.

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El resultado de los análisis dice positivo, pero parece algo negativo. La mujer recibe el diagnóstico impactada, los médicos le explican que estuvo expuesta al virus que provoca inmunodeficiencia humana y que a partir de entonces está infectada. Ahora es una mujer con VIH.

No escuchás, todo te asusta, todo te da vergüenza. Después tenés que ir a googlear porque no entendiste nada. Te dicen: ‘Tomá una pastilla cada 8 horas’ y ni registras. Te vas del consultorio ignorante. Una va a la consulta, se supone que para saber, pero te sentís tan chiquita al lado del ‘ser superior’, del médico que te dice no podés hacer esto, no podes hacer lo otro, que te dice que se terminó acá, chorizo de análisis… y te vas, horrible.”

“Vas con miedo, con vergüenza, no lo querés contar a nadie. Claramente el médico es alguien poderoso, vos lo ves y es el que sabe. Vas con miedo y te dice: ‘son consecuencias de tus actos, si vos no te cuidabas… son consecuencias de tus actos’, y yo pienso, hice mal, aparte de sentirte culpable, con miedo, con miedo de salir a la calle, de contarle a los demás. En mi caso lo primero que me pasó fue miedo y vergüenza, mucho miedo, eso fue lo que pasó.”

La mujer puede tener cualquier edad, cualquier historia, cualquier vida, la mujer es genérica, es cualquiera de nosotras. Es tu amiga, es tu hija, tu hermana, tu maestra, es tu vecina, tu mamá, sos vos y también soy yo.

El virus y la culpa

La mayor parte de las transmisiones ocurren por vía sexual y generalmente cuando las mujeres se infectan, ya han sido afectadas por situaciones antecedentes de sometimiento, desigualdad, violencia de género y violencia sexual en la niñez o adolescencia. Las mujeres quedan en riesgo como objeto de prácticas sexuales y socioculturales funcionales al machismo, en un 90% reciben el virus a través de sus parejas “estables”, pero igualmente son señaladas, estigmatizadas, cargadas de castigos y culpas.

“Históricamente, como el HIV está relacionado con el placer, con el tabú, que la mujer sepa del clítoris… ya estás condenada por haber elegido abrir las gambas. Es como el aborto, te lo mereces. Si tu marido tiene sífilis, no pasa nada. Pero vos sí, te lo mereces”.

“Me pasó a mí, llevaba 7 años en pareja. En el embarazo de mi segunda hija, me enteré que tengo VIH. Si es hombre, es el machito, no se discrimina tanto. Si sos mujer, lo primero que se asocia es que sos una puta. Hay un estigma importante, una carencia de información grande.”

Cada mujer con VIH enfrenta en su vida conflictos, disciplinamientos, prohibiciones, juzgamientos, situaciones de discriminación, marginalización, estigmatización y violencia; debe tomar decisiones, superar tabúes, mandatos, miedos, imposiciones, vergüenzas y moralinas; enfrentar incógnitas, paradojas, contradicciones y controversias; sumadas a las incertidumbres propias de la vida, las inquietudes y agobios relacionados al virus y en particular a cómo éste afecta el ejercicio de la sexualidad, cuando son los propios fluidos corporales del placer los potenciales transmisores (no tanto del virus, pero del miedo). 

El virus a través del tiempo

Si bien las vivencias son tan diversas como mujeres con VIH existen, también hay patrones que se repiten de acuerdo a sus marcos de contexto. No se puede igualar la experiencia de las mujeres que han recibido sus diagnósticos en los años 80, o en los 90, que en el 2000, o el 2024; saberlo pronta o tardíamente; contar con apoyo y herramientas para su elaboración, o no. No es lo mismo llevar 10 años de tratamiento, que 35; o haber nacido con el virus por transmisión vertical, lo que configura otro tipo de vivencia. Tampoco es igual el abordaje de la sexualidad cuando una mujer tiene 15, 20, 40, 70, o más años de edad. 

En la actualidad el virus del VIH controlado, bajo tratamiento y con buena adherencia, se establece como una condición crónica e intransmisible, sin embargo, no siempre fue así. Más de 4 décadas pasaron desde la aparición del virus y desde entonces los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres que viven con VIH (como de aquellas que ya han muerto), han sido y en muchos casos siguen siendo, vulnerados de diversas y particulares formas. En estos 42 años de existencia del virus, las realidades de las mujeres con VIH, con sus diversas problemáticas y sus posibles (o imposibles) soluciones, han ido cambiando. Muchos de estos cambios han sido sutiles y paulatinos, sin embargo han transformado de manera significativa la vida de estas mujeres. En el tiempo de vida del VIH, podemos reconocer tres etapas bien diferenciadas:

1) La etapa del desconocimiento y el terror 

La primera, entre principios de los años 80 y mediados de los 90. Como toda enfermedad nueva, para el VIH no había cura ni tratamiento efectivo, por lo que fácilmente desencadenaba en un SIDA mortal. Es una etapa principalmente significada por la muerte y el terror, marcada por el desconocimiento, la discriminación y el desamparo, con situaciones de persecución, amenazas, burlas, segregación y condena social, especialmente hacia mujeres y feminidades con VIH, que eran tratadas como una amenaza social. Estas formas de violencia eran socialmente aceptadas y pretendidamente justificadas en el miedo al “contagio”, incluso en los servicios de salud se abordaba de esa manera. 

“Cuando empecé con esto hace 18 años, para mí fue terrible. A mí me lo contagió mi marido. Me sentí muy sola, perdida, caí en un pozo depresivo. Tenía a mis hijos chicos, no había mucha información. Mi hermana no fue discriminativa, fue ignorante. No compartíamos la pinza de depilar. Yo me puse a llorar y ella también, no sabíamos de qué se trataba. Ojalá que a ninguna le pase lo que me paso a mí, de sentirme tan,pero tan sola en esto.”

Los tratamientos eran experimentales e inaccesibles. Las mujeres con VIH en aquel entonces recibían presión constante de abandonar la vida sexual y también el mandato estricto de no reproducirse. Eran reprochadas y adoctrinadas para un sexo mínimo y estrictamente profiláctico. Retadas como niñas, perseguidas como criminales, culpadas de antemano por cualquier mal que pudieran ocasionar. Presionadas, señaladas, humilladas, expuestas, prohibidas y obligadas a anunciar el diagnóstico a familiares y convivientes, a parejas, ex parejas, ocasionales y futuras parejas.

De una sexualidad prohibida, imposibilitada, reprimida, amenazada hasta la criminalización, se fue pasando a una sexualidad profiláctica aceptable, posible, limitada, controlada, confiable, monogámica, estable e hipócrita. El VIH alejó a las mujeres de la búsqueda y desarrollo de sus libertades sexuales y socialmente puso un freno, marcando un retroceso a las formas de relacionarse previas a la revolución sexual.  

2) La época de los cócteles 

A mediados de los 90 los avances de la ciencia alejaron la expectativa de muerte. Los primeros cócteles tripartitos de drogas empezaron a dar buenos resultados, llevando al virus a la indetectabilidad y a su condición crónica. 

Al extenderse la vida de las mujeres con VIH se empezó a abrir la posibilidad de una proyección a futuro donde antes no la había, vale decir que para las mujeres que estaban infectadas, empezó una etapa de sobrevida. Las mujeres con VIH volvieron a conectarse con la pulsión vital, el deseo y el sexo. Aún bajo mandato de profilaxis para todo tipo de práctica sexual y la recomendación sostenida de no tener hijos, igualmente se reprodujeron. Los partos se empezaron a realizar bajo protocolo de cuidado, mediante el procedimiento de cesárea seca. Las mujeres con VIH tenían prohibido amamantar a sus hijas e hijos.

La adherencia al tratamiento se volvió fundamental. Se empezó a abordar al VIH en términos saludables, inclusivos y de acompañamiento, sin embargo, muchos tratos discriminatorios y violencias naturalizadas, persistieron y se sostienen hasta la actualidad.  

“A las personas que no les vas a poder hacer entender, que te dicen ‘si vos sos una sidosa’. Esa palabra, para mí, es una palabra muy fea, ‘sidosa’. Soy de enfrentar, me enoja no poder hacerle entender a la otra persona, que el VIH es una enfermedad crónica.”

“A mí me parece que tenemos que laburar mucho con el famoso estigma, sobre las mujeres en sí, casi todo lo que nos pasa es culpa nuestra, desde Eva. Renovar los médicos, ESI para los médicos, ESI para las mamás, para todos. Hablemos de que hay que desestigmatizar el rol de la mujer. Si vas a pedir ayuda a un médico que te trata de atorranta, no vas más. Entonces te sentís abandonada por el sistema, ahí hay que laburar en ese estigma.”

3) Indetectable, es decir, intransmisible

La tercera etapa, es reciente y está marcada por los resultados de los estudios globales Partner, mediante los cuales se determinó que el virus cuando es indetectable, es intransmisible.

Por primera vez en casi cuatro décadas, se abrió para las mujeres con VIH la posibilidad de tener una sexualidad de piel a piel, sin barreras de látex, con intercambios de fluidos y placeres. Sin prohibición. Sin riesgo de transmitir el virus. Sin lugar para culpabilidades.

Los riesgos de transmisión vertical se volvieron prácticamente nulos. Los nacimientos siguieron ocurriendo mediante cesáreas y también se empezaron a aceptar los partos vaginales, mientras se abre a debate la posibilidad de la lactancia materna.

Increíblemente, información de esta relevancia, que podría acabar con tantos miedos y estigmas, no circula por fuera de las comunidades y redes de personas infectadas, no se sabe, la intransmisibilidad no se viraliza. 

Es mucho lo que se ha avanzado y es mucho lo que todavía falta, lo que se puede hacer.

Todo lo que falta 

“Asistencia alimenticia. A muchas se les dificulta conseguir trabajo. No poder llevar el alimento a su casa, eso genera angustia, depresión y hay fallas en la adherencia, si no te alimentas adecuadamente, la medicación termina cayendo mal y es un efecto en nuestra salud también.”

“Los médicos a veces indagan y hacen preguntas que no tienen que hacer, como cómo una contrajo el VIH. El otro día una compañera contaba que una ginecóloga no le quiso hacer el Papanicolaou por tener VIH, muy reciente, esa es una violencia y capaz no la detectamos muy fácil. Una ginecóloga me dijo que tendría que inseminarme para tener hijes… Eso me parece muy violento. Porque yo sé que no es así, pero ¿si se lo decía a una mujer sin información?”

Las mujeres con VIH se sostienen entre pares, pero por fuera no hay campañas educativas, ni de difusión o concientización sobre VIH, sexualidad e inclusión.

Los testimonios anónimos que aquí compartimos surgen del Estudio Sobre Violencias Hacia Mujeres con VIH, realizado por la Comunidad Argentina de Mujeres con VIH (ICW). Sus voces nos acercan vivencias y aportan información indispensable para el análisis y comprensión de las realidades que enfrentan las mujeres con VIH en sus vidas cotidianas y el impacto que tienen estas violencias sobre el desarrollo de sus sexualidades y sus vitalidades.

Como señala Mariana Iácono, coordinadora nacional de la Comunidad Argentina de Mujeres con VIH (ICW): “El estado tiene una deuda pendiente en términos de políticas públicas que aborden los derechos sexuales y la salud sexual de las mujeres con VIH en Argentina.”

El deseo y el sexo con VIH

Si el sexo femenino es tabú, el sexo femenino con VIH lo es aún más. La sexualidad de las mujeres con VIH dirime en su intimidad asuntos que son políticos, colectivos y públicos. 

Cuando desean, cuando gustan, se ilusionan y se calientan, cada vez que se enamoran, si van a tener sexo o empiezan a conocer una persona nueva, resurgen ciertas inquietudes, hay que volver a pensar, elaborar y decidir cada vez, qué hacer con el VIH. 

“Más allá de toda la información que una tenga, no hay como la contención del grupo de pares, que te puede escribir un domingo, que te dice conocí un pibe, cómo le cuento el diagnóstico.”

Decirlo es todo un tema, puede ser peligroso, puede resultar un alivio, ser humillante o empoderador, inclusivo o discriminatorio, de acuerdo a cómo se lo afronte. Lo que nunca se puede prever es la reacción. 

Muchas veces las mujeres con VIH terminan siendo educadoras en salud de sus compañeros sexuales, un rol alejado de la seducción capaz de deserotizar a cualquiera. 

El virus es importante y por momentos demasiado. Es permanente. Puede ser invasivo, pesado. Puede volverse determinante de las relaciones y los vínculos, es capaz de condicionarlos. Siempre el VIH aguafiestas en medio del juego de seducción. Es incómodo, molesto, corta mambo, antipático, anti libido, es algo traumático y desempoderante.

“Cuando recién me diagnosticaron, me puse en pareja muy rápido. Para mí estaba todo divino; apenas se lo conté, estuvo todo bien. Yo lo veía como un plus que quisiera estar conmigo a pesar del diagnóstico. Cuando cortamos la relación, me empezó a hostigar y amenazar con contarlo en redes y a amigos. Me escribía que el VIH era un castigo por mis conductas sexuales. Casi termino con una denuncia penal. Pude salir de eso con ayuda de mi familia, y ahí se cortó. Estuve 2 años con esa persona y no me di cuenta. Veo muy común eso que decimos, ‘le conté mi diagnóstico y no le jode, que buena persona que es’, y no vemos todo lo demás.

Entonces, ¿tener o no tener sexo?, ¿de qué forma?, ¿cuál es el sexo posible con VIH?, ¿cómo cuidar, cómo cuidarse?, ¿usar condón, a veces, siempre, no usarlo? ¿con quién, con quiénes, cómo, cuándo, dónde y hasta dónde? ¿...y todo lo que no es penetración, el juego, la exploración?, ¿es posible recibir sexo oral? ¿Tiene algún sentido el campo de látex? Y en los dedos, ¿hay que ponerse guantes? ¿hasta donde se pueden controlar los intercambios de fluidos durante la actividad sexual? ¿y qué hay del sexo entre mujeres con VIH? ¿y del sexo menstruante?

¿Es posible ser mujeres con VIH deseantes y deseadas, merecedoras de gozos y de amores, dignas de ejercer una plenitud sexual? ¿Es posible elegir lo que se quiere? ¿Decidir si entablar relaciones múltiples, o establecer una pareja estable y monógama? ¿Ser buenas mujeres, pacientes todo el tiempo, obedecer las reglas? ¿Transgredir, hacer acuerdos? ¿Tomar riesgos, confiar en la experiencia? ¿Callar, omitir, disimular, ocultar el diagnóstico? ¿Confesar, compartir, hacerlo público, hacer activismo, militar el VIH, educar a todo el mundo?

Estos son algunos dilemas e inquietudes básicas que enfrentan en la intimidad las mujeres con VIH, muchas giran sobre las medidas de profilaxis, su inclusión e interferencia en las prácticas sexuales, mientras que otras son cuestiones de inclusión social. 

Es indispensable para las mujeres con VIH tener acceso a una buena calidad de vida, alimentos, techo, información, acompañamiento, acceso al tratamiento médico y poder de decisión. 

No existen derechos sexuales, reproductivos o contrareproductivos sin acceso universal a la salud pública, sin derecho a la ciencia, a la información, a la educación. Para lograr calidad de vida, para ejercer ciudadanía plena, hace falta un Estado que acompañe, garantice, promueva y respete los derechos y los deseos de las mujeres con VIH.

AUR/MA



https://www.eldiarioar.com/blog/punto-de-encuentro/mujeres-viven-vih-verguenza-culpa-deseo_132_10946557.html

02 diciembre 2023

Rectificación telam

 

POLÍTICA

02-12-2023 21:19 - DERECHOS HUMANOS

Una historia de reparación: Ángela Urondo Raboy, periodismo en dictadura y revisión de archivos

A 47 años de su publicación, fue recuperado por el archivo de la agencia pública Télam el cable que daba cuenta de la emboscada al escritor Francisco 'Paco' Urondo, quien se encontraba con su pareja, Alicia Raboy, y la hija de ambos, Angela, actualmente de 48 años y en ese momento de menos de 1 año. 

Por Martn Piqu
POR MARTÍN PIQUÉ
02-12-2023 | 21:19
El texto fue recuperado por el archivo de la agencia Foto archivo
El texto fue recuperado por el archivo de la agencia. Foto: archivo.


En la noche del 18 de junio de 1976 un cable de Télam reprodujo íntegramente un comunicado del Tercer Cuerpo de Ejército para referirse a la emboscada contra el escritor Francisco 'Paco' Urondo, su pareja Alicia Raboy, la hija de ambos -Ángela, por entonces una bebé de 11 meses- y Renée Ahualli, la cuarta pasajera del Renault 6 en el que intentaron escapar.

A 47 años de su publicación, el texto fue recuperado por el archivo de la agencia pública para repasar una historia dolorosa de encubrimiento, secuestro y muerte, y que pone en evidencia la distorsión informativa de la dictadura.

Cable de la agencia Tlam emitido el 18 de junio de 1976 que reproduce ntegramente un comunicado del Tercer Cuerpo de Ejrcito Foto archivo
Cable de la agencia Télam emitido el 18 de junio de 1976 que reproduce íntegramente un comunicado del Tercer Cuerpo de Ejército. Foto: archivo


El cable tiene siete párrafos escritos enteramente en mayúsculas, presentación típica de los teletipos usados por entonces, un título distante y burocrático ("Córdoba: Tercer Cuerpo. Comunicado"), y condensa en tres mil caracteres una muestra de la utilización del periodismo como instrumento para justificar el exterminio.

El despacho, enviado desde la corresponsalía de Córdoba y transmitido a las 20:47 bajo el número 211, reproducía lo que podría ser definido como un parte del Tercer Cuerpo de Ejército, con asiento en esa provincia y al mando de Luciano Benjamín Menéndez, para contar -y al mismo tiempo ocultar- sobre el resultado de una persecución llevada a cabo el día anterior por "fuerzas del orden" contra "delincuentes subversivos" en Mendoza.

El texto se refería -como se sabría después- al destino de cuatro personas que transitaban en un Renault 6 pero no las identificaba por nombre y apellido; tampoco informaba que los ocupantes del "vehículo sospechoso" eran, justamente, cuatro: el cable solo mencionaba a tres, un "delincuente subversivo" que "murió", una mujer herida que logró huir y "un niño de aproximadamente un año de edad".

Ese niño, en realidad, era niña, tenía 11 meses y se llamaba Ángela, hoy una mujer de 48 años a la que el DNI certifica como Ángela Urondo Raboy, y quien desde que pudo recuperar su historia y entender lo que ocurrió el 17 de junio de 1976 buscó de modo incesante reconstruir detalles y vidas de las otras tres personas del auto: su padre, Francisco 'Paco' Urondo; su madre, Alicia Raboy, y Renée 'la Turca' Ahualli, compañera de ellos dos en "la organización declarada ilegal en 1975", o sea Montoneros.

Alicia Raboy secuestrada y desaparecida el 17 de junio de 1976 y su hija ngela Foto archivo
Alicia Raboy, secuestrada y desaparecida el 17 de junio de 1976, y su hija Ángela. Foto: archivo


El cable describía un operativo iniciado con una emboscada que siguió con una persecución de más de veinte cuadras y consignaba que uno de los ocupantes del Renault 6 había muerto ('Paco', asesinado de un culatazo en el cráneo) y que una mujer había logrado huir pero herida, en virtud de "los rastros de sangre hallados en el vehículo".

Se referían a Renée Ahualli, que sobrevivió a ese episodio y a toda la dictadura para años después, en 2011, declarar en los juicios de lesa humanidad que se iniciaron contra efectivos de la Octava Brigada de Montaña y la policía de la provincia de Mendoza que habían participado de ese y otros crímenes imprescriptibles realizados desde la estructura del Estado, como asesinatos, secuestros y desapariciones.

El comunicado del Ejército que reprodujo la Télam del tercer mes de la dictadura, que era controlada por las FFAA desde la madrugada misma del golpe del 24 de marzo, decía lo siguiente: "Como resultado de la acción de las fuerzas del orden murió un delincuente subversivo, que aún no ha sido identificado, logrando huir una mujer. Esta se encontraría herida, por los rastros de sangre hallados en el vehículo, en el cual fue dejado abandonado un niño de aproximadamente un año de edad".

Pero el parte castrense omitía toda referencia a la segunda mujer del auto, Alicia Raboy, madre de Ángela y pareja de Urondo, que había sido apresada viva por el grupo de tareas, que fue secuestrada tras intentar esconderse en un depósito de carbón dentro de un corralón de materiales y que antes de huir había tratado de resguardar a su hija de once meses pidiéndoles que la cuidaran a unos trabajadores del lugar.

Ángela Urondo Raboy contó muchas veces lo que vivió en esa jornada, porque ella estuvo allí siendo una bebé de once meses (había nacido el 28 de junio de 1975); lo volvió a relatar en diálogo con esta agencia, en razón de este artículo.

ngela Urondo Raboy su hermano Javier Urondo y la sobreviviente y testigo del asesinato de Paco y del secuestro de Alicia Rene Foto Prensa
Ángela Urondo Raboy, su hermano Javier Urondo y la sobreviviente y testigo del asesinato de Paco y del secuestro de Alicia, Renée. Foto: Prensa.


"A Paco lo mataron de un culatazo en la cabeza. Así de violento, así de trágico. Mientras que mi mamá estaba intentando huir conmigo, me dio a unos hombres que tenían un corralón de materiales en esa cuadra donde el auto había quedado detenido, en (la esquina de) Remedios de Escalada y Tucumán. Ella intentó esconderse en un depósito de carbón que quedaba en la planta alta de ese corralón de materiales. Y de ahí la capturaron. Se la llevaron golpeándola muy violentamente", reconstruyó.

Ángela fue la principal impulsora de esta nota, porque al revisar en archivos y hemerotecas para ver cómo había tratado la prensa de la época lo ocurrido con su padre, su madre, con 'la Turca' Ahualli y con ella misma ese jueves 17 de junio de 1976 se encontró con que los diarios que dieron cuenta del hecho reproducían un mismo texto: el cable de Télam.

Ese despacho, en su quinto párrafo, mencionaba que en el intento de huida los "delincuentes subversivos" habían abandonado "a un niño de aproximadamente un año de edad" dentro del Renault 6, mientras que en el párrafo siguiente se afirmaba que tal hecho respondía a una práctica reiterada de los miembros de la guerrilla, consistente en abandonar a los propios hijos y hasta -seguía el cable- usarlos como "escudos" humanos.

La acusación, textualmente, decía así: "Este proceder, de utilizar niños como escudo para llevar a cabo sus intentos asesinos, exponiéndolos a ser heridos o muertos durante la acción y abandonándolos a su suerte ante el menor fracaso, habla claramente de la poca moral y desviados sentimientos que animan a estos delincuentes subversivos".

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Ángela Urondo Raboy frente a un mural con los rostros de sus padres: Paco y Alicia. Foto: Prensa.


Esta semana, a casi 50 años de aquellos hechos, Ángela Urondo Raboy contó a Télam lo que sintió la primera vez que leyó una copia impresa de aquel texto emitido al día siguiente del asesinato de su padre y del secuestro y desaparición de su madre.

Comprobar que los homicidas acusaban a 'Paco' y Alicia de haberla usado a ella como escudo humano -recordó- le causó un "enorme impacto".

"Era la réplica de la línea de Luciano Benjamín Menéndez, donde se describen los hechos deformándolos, se estigmatiza y se deshumaniza la figura de los 'terroristas subversivos', que eran mis padres, y que ellos estaban asesinando, en el caso de mi papá, y desapareciendo, en el caso de mi mamá", amplió Ángela.

Y agregó: "Me causó un enorme impacto leer esa manipulación de la escena tratando de decir algo negativo de mis padres mientras estaban siendo asesinados delante mío. Dicen 'se escudaron en un niño' y ese niño era yo".

A Ángela le llevó tiempo procesar todo lo que estaba implícito en ese parte de guerra, al que el periodista Eduardo Blaustein (coautor del libro "Decíamos ayer", una investigación sobre el rol de la prensa gráfica en dictadura) definió como "un certificado de defunción emitido por la burocracia de la muerte".

"Después de mucho elaborar en la lectura de ese texto, y con lo muy doloroso que era, me di cuenta que algo se cuela (del cable que reproduce el comunicado del Tercer Cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba), y es una confesión: (Luciano Benjamín) Menéndez está confesando que ellos estaban disparándole a un niño que estaba en brazos de sus padres. Él (por Menéndez) convierte a un niño en escudo porque lo está atacando. Y ese niño era yo. Esa niña era yo", revivió.

Foto Prensa
Foto: Prensa.


Para Ángela, el comunicado del Ejército sobre el operativo en el que mataron a su padre y desaparecieron a su madre (y que para ella, bebé de 11 meses, significó la pérdida de sus padres para permanecer "tres semanas secuestrada" en la Casa Cuna de Mendoza con el miedo implantado en la "memoria corporal") fue escrito -entre otras razones- "para borrar pruebas, para asegurar impunidad y para justificar el crimen".

Ángela Urondo Raboy, que porta los dos apellidos con orgullo y firma así sus libros (como "Quién te creés que sos", entre diario íntimo y testimonial), fue siguiendo los pasos de su padre y su madre en el periodismo y en la escritura en general, "pero no por imitarlos".

Su padre, escritor reconocido, de larga trayectoria y con responsabilidades en la edición periodística; su madre, de 28 años, escribía sobre Gremiales en el diario Noticias (de los Montoneros, luego clausurado) y en febrero de 1974 viajó a Cuba para cubrir la visita a la isla del ministro de Economía del tercer gobierno de Perón, José Ber Gelbard.

El hallazgo y revisión del cable 211 del 18 de junio de 1976 por parte de esta agencia, a casi cincuenta años de su publicación, recupera una historia, asume una herida que sigue abierta y, subrayó Ángela, actualiza una vez más la necesidad de resguardar y proteger los archivos documentales, como en este caso el archivo periodístico de Télam.

Foto Prensa
Foto: Prensa.


"A estas bestias no les alcanza con matar a las personas, sino que además quieren borrar toda huella. No sólo desaparecen a la persona, después desaparecen su nombre de las agendas, después lo desaparecen del registro, del trabajo, del club, y cuando ya nadie más lo nombra, ahí desaparece", advirtió la escritora, que también es ilustradora y performer.

A partir de las singularidades de la historia argentina, Ángela destacó que la protección de los archivos y la conservación del patrimonio cultural muchas veces queda en manos de la propia comunidad, con iniciativas espontáneas.

"Así subsisten archivos escondidos y cositas resguardadas, pero que siempre son una porcioncita de lo que es", concluyó Ángela con una frase cargada de esperanza en la que parecía hablar del pasado y del futuro, de cualquier tiempo, incluso del presente.