24 abril 2022

Voces fusiladas

 

PAQUITO SIGUE DANDO PELEA

Se reedita La Patria Fusilada, de Francisco Urondo, a 50 años de la Masacre de Trelew

El próximo 22 de agosto se van a cumplir 50 años de la Masacre de Trelew, el fusilamiento de 19 prisioneros políticos dentro de la base aeronaval Almirante Zar de dicha localidad. Un suceso terrible que hubiera quedado impune, en el olvido o el desconocimiento y que no se hubiese sabido de no ser por el relato, la reconstrucción de los hechos por parte de los tres fusilados sobrevivientes.

Si hoy conocemos lo ocurrido, si la verdad pudo exponerse a la luz y encontró alguna Justicia, fue gracias a este testimonio de los sobrevivientes, recolectado por mi viejo Paquito durante los últimas horas que pasaron en la cárcel de Villa Devoto, donde estaban aprisionados.

“Con Cámpora al gobierno, Perón al poder”, “Libertad a los presos por luchar”, fueron algunas de las principales consignas de la campaña electoral, y aquel día histórico que fue el 25 de mayo de 1973, cuando Héctor Cámpora asumió la Presidencia de la Argentina terminando con 18 años de proscripción del peronismo, la promesa se iba a hacer efectiva. Las puertas de la cárcel se abrieron y la gente, en lugar de salir corriendo, entró, y el momento tuvo sus ceremonias, liturgias y ritualidades. Hubo primero una toma del espacio, un encuentro sin candados, sin rejas, sin guardias. Entraron los familiares y los compañeros, los pabellones se mezclaron en abrazos, brindis y comidas compartidas que duraron todo el día. Sucedió un gran festejo popular antes de que todos se tomaran el olivo y dejaran la cárcel vacía. Fue en ese momento previo, cuando todo era bullicio y algarabía.

Mientras tanto, en este otro sector de la cárcel, en un pabellón vacío, dentro de una celda, en una burbuja, alejados del barullo y custodiados por compañeros para preservar la intimidad, se producía el reencuentro de los sobrevivientes: María Antonia Berger, Alberto Camps y Ricardo René Haidar. Estaban recién salidos de los buzones, las celdas de castigo donde los tenían aislados, todavía heridos. No se habían vuelto a ver desde el momento de los disparos. Habían pasado nueve meses y tres días desde aquel 22 de agosto de 1972, día de la masacre. Era la primera vez que iban a hablar de lo ocurrido. Entre todos fueron reconstruyendo los hechos de acuerdo a lo que cada uno había vivido: el relato de la superviviencia. El contexto. Los pasos previos. La coyuntura. Mi viejo en su rol de periodista y militante ofreció un marco de contención para el desarrollo de la charla, apenas intervino para hacer unas pocas preguntas ordenadoras y asegurar que no se pierda el hilo conductor del relato, atando algún cabo suelto y cuidando que no faltase nada, que todo estuviese bien expuesto para su difusión.

Este libro es un hecho histórico inscripto dentro de otro hecho histórico.

Al finalizar el testimonio salieron de la celda y fueron llevados por una muchedumbre de compañeros, que los sacaron de la cárcel en andas. El viejo se cruzó un segundo con su mamá y su hermana, que lo habían estado buscando todo el día. Lo vieron muy flaco, pero entusiasmado. Les dio un beso y les dejó un bolso marinero con algo de ropa y un grabador que les encomendó llevar a casa con cuidado, después les dio otro beso y se fue con los compañeros, se lo llevó el pueblo.

Creo que hay una foto suya al salir de la cárcel, pero no sé dónde está. No puedo dejar de pensar en la pertenencia, en la continuidad de la historia que nos precede. Veo otra foto del momento de la liberación, Alberto, Ricardo y María Antonia llevan una ofrenda floral que dice “FAR y Montoneros”. La garganta se me contrae, me dan ganas de llorar. Ninguno de ellos logró sobrevivir la dictadura.

Sus voces, en cambio, trascienden y han sostenido esta verdad por décadas, hasta convertirse en la prueba testimonial fundamental de los crímenes, para que pudieran ser juzgados. Hoy la masacre de Trelew constituye una verdad jurídica irrefutable. Fue un crimen de lesa humanidad y un antecedente práctico del accionar de la dictadura genocida que vino después.

Frente a los discursos negacionistas que cada tanto –como hoy– rebrotan, es útil y necesario volver a las fuentes directas, tenerlas a mano, repasarlas, citarlas, conocer nuestra historia, leerla, escucharla, transmitirla, no olvidarla. Es nuestra mejor herramienta para que el terror del Estado no vuelva a repetirse nunca más. Las voces guardadas en este libro son las voces de nuestra patria fusilada, que nunca muere y sigue luchando por la verdad.

* El próximo viernes 29 de abril, a las 19, se presenta la nueva edición de La Patria Fusilada en la Librería del Fondo de Cultura Económica, Costa Rica 4568, Ciudad de Buenos Aires.

 

 

 

22 abril 2022

Eliminados: El asesinato de Sebastián Moro

 

Eliminados: el asesinato de Sebastián Moro

En 2010 empezaron los juicios de Lesa Humanidad en la Provincia de Mendoza y entre las causas abiertas estaban las de mi padre y mi madre. Luego vino una mega causa donde se ampliaron y acumularon muchísimos casos perpetrados por la patota del D2, y más adelante el juicio a los jueces que fueron parte del mecanismo genocida y detentaban funciones durante la democracia en el Poder Judicial. Fue un período muy intenso en una lucha épica que no ha terminado.

Como no resido en Mendoza y las causas se desarrollan en el lugar en que los crímenes se cometieron, más allá de algunos viajes, fue necesaria la comunicación constante con quienes presenciaban las audiencias a diario para seguir los juicios. Así fui conociendo a uno de mis cronistas favoritos, Sebastián Moro, quien generosamente me enviaba con regularidad, resúmenes, notas y audios para que pueda estar al tanto de todo lo ocurrido.

Durante el cambio de gobierno, en 2015, el Estado Nacional se retiró de muchas de las querellas que con intención reparatoria hasta entonces impulsaba, y el ex presidente Mauricio Macri reforzó esa postura cuestionando directamente como un curro, al movimiento de derechos humanos. En ese período también desaparecieron medios especializados, como Infojus, y fueron despedidos sin causa casi todos los trabajadores de Radio Nacional, entre los que estaba Seba, que tras cagarse de hambre y de silencio sin poder ejercer su oficio un par de años tuvo que emigrar. Se fue a Bolivia para poder trabajar. Los archivos de Radio Nacional, como los de infojus, desaparecieron, fueron destruidos, eliminados.

Seba apareció horas más tarde. Golpeado, en coma, encerrado en su departamento.

El 10 de noviembre de 2019, mientras las fuerzas armadas bolivianas exigían la renuncia a Evo Morales, me llegaba un mensaje de una amiga preocupada, preguntando por Sebastián. Regreso a ese momento en que dije: espero que esté bien, pero no me puedo quedar tranquila. Seba, nuestro querido compañero y enorme periodista mendocino, estaba en Bolivia donde se desempeñaba como jefe de prensa del semanario Prensa Rural y en Radio Comunidad. Desde allí realizaba también corresponsalías para Página/12. Su última nota, publicada ese mismo día, anticipaba el golpe de Estado. Esperaba que pronto hubiese noticias suyas, que estuviera bien, a salvo, pero nadie sabía nada y las imágenes que llegaban de Bolivia eran el espanto: el hombre atado a un árbol, a punto de ser linchado, era José Aramayo Cruz, director de Prensa Rural y Radio Comunidad,  jefe inmediato de Sebastián.

Todo mal. Seba apareció unas horas más tarde, lleno de golpes, en estado de coma, encerrado en su departamento. Su familia tuvo que atravesar una odisea para poder estar a su lado. Murió unos días después, en un contexto de ilegalidad que no permitió recabar pruebas, ni preservar su cuerpo. Todos sabemos que fue el golpe. Y también sabemos que los golpes no son solamente contra las víctimas directas, sino contra el cuerpo social colectivo: lastiman a toda la humanidad.

Seba siempre fue de los buenos, de los mejores, se destacaba su pluma, su ética, el enfoque, la mirada. Comprometido y generoso, buena gente, calidad profesional y humana. Duele un montón escribir esto, da bronca, es espantoso tener que pedir justicia por él, dar cuenta de lo que significa su ausencia. Pero aquí estamos, con él, como él estuvo con nosotrxs siempre, pidiendo justicia por nuestras muertas y muertos. Aquí estamos para él, y levantamos nuevamente las mismas banderas.

Busco en nuestros correos, atesoro las huellas que fue dejando el intercambio, ahí se encuentran. Servirán para recuperar una partecita del archivo enorme que Seba produjo durante los juicios de Lesa, que es su legado y nuestro acervo, es nuestra responsabilidad reponerlo, para que no quede en silencio, para que no pueda ser borrado.

Nadie nos puede quitar la memoria y la acción. Sebastián Moro presente, ahora y para siempre.

15 abril 2022

Caminos

 

Alfredo Caminos, profe de la cátedra de Narración en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Córdoba les dio a sus estudiantes varios textos para un ejercicio de orientación audiovisual. Entre esos textos había uno mío y @ajorgealan lo eligió para hacer su tarea. Este es el resultado, que a mi me llena de alegría y orgullo. Gracias! Caer no es caer

07 abril 2022

POLÍTICA DO INCONSCIENTE E DISCURSO JURÍDICO – Fabiana Rousseaux, a propósito do sonho-testemunho de Ángela Urondo Raboy