24 marzo 2022

“No me olvides”: poesía y memoria

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“No me olvides”: poesía y memoria

Literatura

En este Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, cuatro poetas contemporáneos (Ángela Urondo Raboy, Daniel Quintero, Laura Bravo y Omar Álvarez) traen la memoria cercana, familiar y política de un estado colectivo a través de sus poemas. Los reúne un legado, que el terror quiso y no logró eliminar, el legado de aquellos poetas que escribían la vida y poetizaban sus acciones. “No me olvides” es un conjuro poético de la memoria activa.

 

Prólogo

El ejercicio de la memoria: al volver la vista atrás se descubren fantasmas de gente como una niebla interminable hasta donde nuestros ojos alcanzan. Hijos e hijas de una tierra a quienes ya no les contarán un cuento antes de ir a dormir. No en vano la primera línea de fuego en un combate se denomina infantería. Los dueños del poder llevan a cabo la matanza de lxs hijxs. La última dictadura cívico militar argentina fue un punto alto del filicidio. ¿Qué hacer con esta montaña de huesos? Lxs poetxs aquí presentadxs, representantes de otrxs tantxs, recibieron el legado de aquellxs que ni el terror ni su corte de asesinos lograron acallar. La palabra horada la niebla, no olvida y susurra como un río: nunca más. 

Jorge Hardmeier

 


Los salvajes (Ángela Urondo Raboy)

Una hembra joven acaba de parir dos críos
bajo la sombra de un nombre falso.

Los salvajes hacen el amor
con el instinto alerta, como animales.
La vida puede terminar hoy o mañana
a la vuelta de la esquina.

Quién cantará tu nombre.
Quién acudirá al encuentro.

Habrá que levantar a los chicos
con cuidado que no se rompan.
Darles de comer, bañarlos
y llevarlos a la escuela. Allí estarán bien
hasta que toque el timbre de salida.

¿Quién los cuidará cuando nadie los pase a buscar?

¿Quién descubrirá la luz que hay en ellos?
Habrá maestras, directivos de escuela.

Habrá policías, juez de menores y secretario tutelar.

Habrá voces severas, reglas estrictas. Habrá otros niños.

Habrá baños fríos, luces blancas y drogas para adormecer.

¿Quién podrá comprender todo esto? ¿Cuál será el sentido?

Los autos atravesados, los brillos metálicos asomados por las ventanillas.
Los cuerpos latentes, íntegros.
El ruido que los va desarmando.
¿Quién cantará un feliz cumpleaños?
¿Qué será de tus ojos y de tus pechos lactarios?
Jugos agrios, deshechos de la historia.
Cuantas fuerzas serán necesarias.

Cuál será la condena.
Qué será del aire. Qué será del viento

cuando caigas.
Sonará un tambor.

Una chicharra sorda. Un grito atroz.
No habrá miedo en la garganta. No habrá rendición.
Volarás en caída libre. Nadarás

hasta devenir. Lloverás,

serás agua sobre nosotros.
Nos encontraremos
cubiertos. Bailarás.
Volverás a casa
en la memoria.
Volveremos. 


Noción de práctica frecuente (Daniel Quintero)

Cada tanto este país
necesita huesos con qué alimentarse
por eso tapa sus fosas
quema sus naves
vende las joyas de la abuela.
Cada tanto remueve demasiado la tierra
levanta mucho polvo
ni se ve la punta de su propio horizonte.
Este país se alimenta de esos huesos enterrados
los tiene escondidos como un perro
que en la angurria niega a su jauría.
Selecciona su memoria
es un espejo fracturado de sí mismo
cada trozo es un recuerdo
hecho a la imagen de su frustración.
Pero llegará el día
en que una lluvia semejante lavará la tierra
desenterrará toda esa osamenta
la historia volverá
a retomar la superficie verdadera
su marca cierta
su ternura inagotable.
Este país acostumbrado al odio y la mentira
tendrá que responsar su propio obituario.
“Aquí está enterrado un viejo país que maltrató a su pueblo”.


La pasión según Alicia (Laura Bravo)

A Alicia Eguren

a veces oveja
a veces incienso
a veces
cuentas de nácar

el pequeño dios
la filigrana del cabello prieto
horquilla de alambre
pinche de espino
voluta de spray

en las cocinas
mujeres
bordan
tras las persianas

desde las casas
hombres
corren
hacia las fábricas

en las piezas
niños y niñas
duermen
en sus pijamas

y las fauces del mundo
y sus degluciones
y los manteles tendidos
en otros altares
te eventrarán
leerán tu futuro

lejos la estupenda playa
donde vestiste fajina
lejos el soberbio sol
que rodeó tu cuerpo

serás
cáliz henchido en agua
rezo en cuclillas
estigma en las palmas 

el pequeño dios
te hablará en clave
te asirá al madero
te hará sentir
otra vez
todo su peso
en la espalda


Cini (Omar Álvarez)

a Lucina Álvarez, poeta desaparecida en 1976

De allende los mares,
como una luz chiquita que centelleaba caminos,
con los viejos viniste.

Después,
alumbraste la palabra
para que bailara con el corazón y el pensamiento.
Entonces yo crecía. 

Y ahora que no estás,
de este lado de las montañas y los ríos,
el hierro, el asfalto, el colectivo,
como un fuego que enciende chispitas,
como una alucinación que dispara recuerdos y ojalás,
no te vas.

Ya no más. 



https://www.cck.gob.ar/no-me-olvides-poesia-y-memoria/20102/

Banderas en mi corazón


Entramos por el embudo a la avenida de Mayo, caminamos despacio a pasitos junto a la bandera de los 30mil. ¿Dónde estará mi madre? La inquietud aparece de pronto como un flechazo que viene a interrumpir otros pensamientos. Dónde estará en la bandera, que nunca pude encontrarla. Dónde estará en realidad. Justo cuando la pregunta se hunde hacia adentro, giro la cabeza ¡y entonces la veo! viene al lado nuestro. «¡Ahí está la abuela Ali!», grito descontrolada de sorpresa y mis hijos hacen ese revoleo de ojos que suelen hacer cuando pasan estas cosas, ya saben cómo me pongo. Me tiro de cabeza debajo de la bandera al encuentro, como si ahí estuviera ella y no solamente su foto. Miro los ojos que se transparentan. Hacemos lo que podemos. Tan poco y tan mucho. Ella marcha junto a nosotros y nosotros junto a ella. Mi madre preciosa, cada día más niña y eterna, cada día más mía y de todos, cada día más símbolo y huella.



22 marzo 2022

Infancias en dictadura: negaciones y negacionismos

medios, internet y política

22 mar 2022

por Ángela Urondo

Ilustración: María Giuffra

PRODUCCIÓN ESPECIAL: Medios y dictadura

Infancias en dictadura: negaciones y negacionismos

En esta nota, Ángela Urondo propone devolver entidad a aquellas infancias que fueron invalidadas y visibilizar a los niños y niñas víctimas de la dictadura para hacerlos parte de la memoria colectiva.

“Nada de lo que sucede se olvida jamás, aunque tú no puedas recordarlo”
Hayao Miyazaki

“La memoria no se ocupa efectivamente de todo lo pasado sino del pasado ausente del presente. Y ese es el pasado de los vencidos. El pasado de los vencedores no exige memoria porque ya está presente en lo que ha tenido lugar”
Max Horkheimer

"Para los oprimidos, su historia es un permanente estado de excepción"
Walter Benjamin

Negación

Tenes suerte que no lo viviste. A vos no te pasó nada. Imaginate si hubieses estado ahí. Imaginate lo qué te podrían haber hecho si te llevaban. Mirá si te hubiesen cambiado el nombre y alejado de tu familia. Menos mal que no te mataron, de algún modo te salvaron. Por suerte eras muy chiquita. Estás lo más bien. Listo. A esa edad no te podes acordar. Sos un poco exagerada. Por suerte no fue nada. Olvidate. Ya pasó.

***

No es fácil hablar de las infancias en dictadura sin atragantarse. Hay imágenes que hacen cerrar los ojos de espanto, permanecen escondidas detrás de los párpados, se quedan como piedras atascadas en la mente y no se van. Es un desafío volver a abrir el tema, una herida vieja, transmitir el significado de tantos hechos ultra violentos sin reproducir esa misma violencia, narrar los daños sin lastimar, dimensionar la tortura, contar el horror sin convertirse en la repetición del horror. Medir el alcance de las palabras y lo que expresan es un trabajo que requiere compromiso de cuidado, amor y ética.

La orfandad, el robo y apropiación criminal de identidades de bebés, niñas y niños, hijos de personas ilegalmente detenidas, asesinadas y desaparecidas dentro del plan sistemático de tortura y exterminio, son probablemente los perjuicios más conocidos, probados y difundidos de todos los perpetrados contra las infancias por la dictadura en Argentina, algo que prácticamente todo el mundo conoce gracias a la tarea monumental de Abuelas. Pero ¿podemos creer acaso que éste fue todo el daño que la dictadura pudo haber ejecutado contra los chicos y chicas? Claro que no.

Niñas y niños fueron llevados a los calabozos, a la clandestinidad, de rehenes, a la alteridad, al silencio, a lo incierto, a cachiporrazos, en baúles de autos, encapuchados, a los sótanos, a los buzones, a la tortura, al abuso sexual, de mano en mano, a la impertinencia, enjaulados, al exilio, a la orfandad, al pánico, a las casas de los captores, a la sobreadaptación, al documento falso, la indefensión, al suicidio, a la búsqueda de anestesia, a la marginalidad, a la depresión, al paredón, al precipicio, a los vuelos, a los submarinos, a las calles, a los armarios, a las fosas comunes, a las sombras, bajo las luces de los faroles, a la electricidad, al interrogatorio, a las parrillas, a la fatalidad, a las pesadillas, al hambre, al frío, a la desnudez, a la quemazón, a la invisibilidad, a la exposición, al insomnio, al estado de alerta, a la muerte anónima, a las peores vivencias, al ahogo, a la perdición, al mar de gente muerta.

De manera directa o indirecta la represión dejó en la sociedad y en las infancias de la época huellas de terror generacional. Sin embargo, para muchos es preferible creer que a los niños y niñas no les pasó nada, que fueron ajenos a la historia, que no les tocó la represión.

Cuesta reconocerlo. Incluso muchos sobrevivientes de aquellos chicos y chicas a quienes tocó el sinsentido de la violencia represiva, aún no pueden tomar consciencia de su situación, incluirse en el relato de los operativos vividos, ponerse en contacto con esa parte de la memoria, darle crédito, poder narrarlo en primera persona, sin la contaminación de los relatos construidos por los adultos mediantes.

Los estados de negación pueden ser muchas veces producto del mismo terror instalado. Frente a lo insoportable o inconcebible, se produce un estado de rechazo, de clausura irracional, un mecanismo que cierra compuertas en reacción de manera automática para no saber, para no enterarse o incluso para dejar afuera y olvidar lo que ya se sabe, lo que se supo, lo que se vió. Todo puede ser puesto en duda hasta volver imposible lo ocurrido.

Increíble. No puede ser. Quizás estás confundida. Debe ser una casualidad o un error. No creo. Quién sabe. Lo que pasó no pasó, pero por suerte ya pasó y no fue nada. Cambiemos de tema. No insistas no te pongas pesada.

Negacionismos

Otro asunto es el negacionismo que se ejerce de manera consciente, cuando lo que se sabe, es negado, omitido o cambiado de lugar a propósito. Cuando se construyen mentiras explícitas con el objetivo de inducir al error, asegurar impunidad, aterrorizar, sembrar opinión, sacar ventaja. Cuando se incurre directamente en acciones y discursos negacionistas, hay un posicionamiento político, desde y para el cual, se difunden e instalan ideas operadas que pueden funcionar a nivel de justificación, complicidad, apología o encubrimiento, motivadas por interés, por compromiso, por conveniencia o por pura coincidencia ideológica con los crímenes negados.

Aquí no ha pasado nada señores. Ni vivos ni muertos. En algo andaban. ¿Menores en nuestra dependencia? Negativo. Están locas. ¿De qué infancias hablan?.

***

Delincuente subversivo fue abatido en Mendoza.

Con otros extremistas intentaba copar una comisaría. Abandonaron un bebé”.


Abatieron en Mendoza a un delincuente subversivo.

Usó como escudo a un niño. Planeaban atacar a una comisaría”.

(en el vehículo fue dejado abandonado un niño de aproximadamente un año de edad. Este proceder de utilizar niños como escudo para llevar a cabo sus intentos asesinos, exponiéndolos a ser heridos o muertos durante la acción y abandonándolos a su suerte ante el menor fracaso, habla claramente de la poca moral y desviados sentimientos que animan a estos delincuentes subversivos (…).

Este comunicado, difundido en Junio de 1976 a través de la agencia de noticias telam, fue reproducido por los diarios y los medios intervenidos a disposición de la dictadura, lleva el sello ideológico y la firma de Luciano Benjamín Menéndez, jefe del tercer cuerpo del ejército.

Esta práctica discursiva no fue excepcional sino que formaba parte de la lógica de disciplinamiento social del estado terrorista. El objetivo de la misma apuntaba tanto a la criminalización y estigmatización de las víctimas, como al blanqueo de los operativos y la naturalización justificativa del horror, todos medios para garantizar la impunidad.

De este modo la dictadura implantó a través de la acción psicológica, conceptos específicos referidos a las familias y las infancias sobre las que estaban actuando.

Con la libertad de expresión cercenada gran parte de la población quedó inerme frente a este tipo de operaciones de control social. Frases como: “Por algo será” o “Algo habrán hecho”, fueron un claro ejemplo de su resultado.

El texto de Menéndez con su pregón de desprecio a la vida, operó para instalar una idea deshumanizada y demonizada sobre aquellas personas que tenía como objetivo desaparecer. Exponiendo que hay vidas que no importan, que hay personas que pueden ser vaciadas de sus derechos, que para el estado nada valen. La nuda vida como argumento justificativo del exterminio, en consonancia con la in-entidad que planteaba el discurso de Videla, sobre aquellos que: “No están ni vivos ni muertos, son desaparecidos”.

Niñas y niños: doblemente no-personas

Vale recordar que en 1976 no existían los derechos de los niños, niñas y adolescentes, ni el amparo legal mínimo propio del estado de derecho. La Convención por los Derechos del Niño no fue creada hasta 1989 y suscrita por la Argentina recién en 1994. Hasta ese momento estuvo vigente la Ley de Patronato de Menores del año 1919. Es por lo tanto que durante la dictadura, las niñas y niños de ningún modo eran considerados sujetos de derecho, sino que fueron catalogados como objetos de tutela. Objetos sin derechos civiles en tanto infantes, en un contexto adulto céntrico dominante. Bajo la lógica de la dictadura, quienes eran considerados subversivos perdían categoría de persona y por lo tanto no tenían derecho alguno, ni a la vida. Cualquiera podía ser calificado de delincuente subversivo, incluso un bebé. Los niños y niñas fueron entonces la encarnación de una múltiple categoría de no-persona. Tanto en lo concreto como en lo narrativo, niños y niñas fueron despersonalizados, utilizados como cosas, especialmente en cuanto hijos y huérfanos de militantes tachados de subversivos.

Usaron como escudo a un niño”. “Usaron como escudo a un niño”. “Usaron como escudo a un niño”. La frase circula en mi cabeza como una figura de calesita que da vueltas, sube y baja.

Hago el intento de imaginar las cosas tal como aparecen descriptas desde la perspectiva en que fueron planteadas por el autor, aunque conozco bien la escena. Hace ruido por todas partes, cruje, falla. ¿Qué dejó dicho entre líneas? Trato de leer más allá de lo evidente y de lo que haya querido decir.

Usaron como escudo a un niño”. Pum. La imagen perturbadora impacta. Tardo bastante en darme cuenta de que existe otra lectura de las mismas letras, una contra cara.
¿Porqué crearía el autor la figura del bebé escudo?

¿Cómo leer, cuando todo el lenguaje está pervertido y dado vuelta? ¿Cómo entender o interpretar, más allá de lo perverso, estas expresiones sobre los niños y niñas “abandonados a su suerte, ante el menor fracaso”? “El menor fracaso”. “El menor fracaso”. “El menor fracaso”. Otra vez la calesita con el disco rayado. “Poca moral”. “Desviados sentimientos”. Los genocidas hablan de si mismos. En el texto describen la lógica de su proceder en lo referido a “utilizar niños como escudo para llevar a cabo sus intentos asesinos”. Son ellos mismos “exponiéndolos a ser heridos o muertos durante cualquier acción”. Las palabras de Menéndez nunca dejan de ser una confesión.

El escudo como elemento primario de defensa aparece porque existe un ataque explícito. En la escena el niño funciona como escudo, porque es receptor de las balas. Las fuerzas represivas dispararon contra un bebé a mansalva, frente a todo el mundo en plena calle y a la luz del día, exhibiendo una capacidad de daño grosera y desigual a los ojos de cualquiera.

El comunicado quiere encubrir por un lado, pero descubre por otro, al reconocer que el niño fue blanco de tiro de su grupo de tareas. Ofrece argumentos con los que se pretende justificar la represión en general y la represión infantil en particular, normalizando estos hechos, pero mediante la generalización, el hecho singular se vuelve una acción plural y se asume como parte de las tareas habituales dentro del plan sistemático de exterminio.

Son los asesinos quienes quisieron escudarse en los cuerpos de los y las bebés, que para ellos nunca valieron nada.

Buscaron escudarse de la mirada histórica, de la justicia, del futuro y del recuerdo de sus propias balas.

Infancias en dictadura: una parte de la memoria colectiva

Todo esto nos puede servir para contextualizar y comprender mejor la época y el lugar asignado a las infancias, el origen de los silencios, del rechazo, las miradas esquivas, la negación de lo ocurrido a los niños y niñas en la dictadura, que muchas veces se sostiene hasta la actualidad.

Es tiempo de encontrar algo de valor y formas posibles para hablar de todo lo que aún molesta. Es momento de rescatar y defender como tesoros las memorias inmaduras, para poder narrar los episodios desde perspectivas propias. Aplicar las herramientas que tenemos en el presente para revisar los hechos del pasado y derribar así la idea del niño accesorio, satélite, apéndice de otros, del niño objeto-no-persona. Hay que exigir a la justicia que revea en perspectiva los casos contra las infancias. Es absurdo seguir bajo lógicas negacionistas como la teoría del niño cartera, que termina en prisión por ir colgando del brazo de otra no-persona-subversiva. Quizás las infancias no hayan sido el objetivo principal de los genocidas, pero las y los niños en definitiva han sido sus prisioneros políticos, rehenes, presas concretas de la dictadura. Es necesario decir y repetir que: las niñas y los niños no fueron solamente los hijos de las personas secuestradas, sino que en muchísimos casos, también fueron los compañeros de celda de sus padres secuestrados.

Hay que reconocer los hechos para devolver entidad desde el presente a aquellas infancias que fueron invalidadas y revertir en la medida de lo posible los daños. Hay que visibilizar a los niños y niñas víctimas de la dictadura para poder incluirlos y hacerlos parte de la memoria colectiva. Hay que observar muy bien a los victimarios, su acción y su discursiva, para desarmar lo que de ellos aún perdura. Hay que seguir construyendo memoria, verdad y justicia, por los sobrevivientes y por todos los que jamás podrán ser reparados.

¿Siempre con lo mismo, nena? ¿Es necesario? ¿Cuando la vas a cortar? ¡Ya pasó! ¡Ya está!.

No hubo errores, no hubo excesos. Ni dos demonios.

No hay escudos sin balas. No hay presente sin pasado.




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