25 septiembre 2023

Promesas de odio

 Télam - Agencia Nacional de Noticias

OPINIÓN

25-09-2023 11:01 - NUNCA MÁS PARA SIEMPRE

Promesas de odio

La necesidad de mantener las alertas democráticas frente a discursos de una violencia explícita inédita en las últimas cuatro décadas. Cuál es la legislación vigente para evitar las amenazas de exterminio de algunas campañas electorales. 

Por ngela Urondo Raboy
POR ÁNGELA URONDO RABOY
25-09-2023 | 11:01
Foto Pepe Mateos
Foto: Pepe Mateos

Frente a las próximas elecciones presidenciales, con el electorado partido en tercios y la cancha inclinada a la extrema derecha, llama al espanto la atención que las propuestas de dos de lxs principales candidatxs sean de una violencia explícita inédita. Las promesas de campaña son amenazas de exterminio directas.

“Te propongo terminar con el kirchnerismo, de verdad y para siempre”, “Si no es todo, es nada”  son algunas de las seductoras consignas con que Patricia Bullrich busca atraer a sus votantes; mientras Javier Milei ladra con provocativa teatralidad sus lemas, colocándose: “frente al fin de la casta política”, para “acabar de una vez con los mismos de siempre” y “exterminarlos como cucarachas”, “Punto y aparte”.

¿Para siempre? Nada es para siempre, excepto la muerte.

Proponer y proponerse el fin del otro, la extinción como propósito, es una acción totalitaria. Anular al adversario, al rival, a quien piensa distinto, no es política, es intolerancia, es violencia autoritaria. Es una propuesta criminal.

¿Cómo es posible que estas expresiones sucedan ahora, cuando cumplimos nada menos que 40 años continuos de democracia?

¿No existe acaso legislación suficiente para prevenir los discursos que instigan al odio, que promueven violencias discriminatorias y hacen planes de exterminio? ¿De qué sirven los contratos sociales, los derechos fundamentales, la idea de Justicia, si no se puede frenar esta violencia?

Foto Vctor Carreira
Foto: Víctor Carreira

En 1988 fue promulgada por el Honorable Congreso de la Nación Argentina la Ley N° 23.592 que sanciona todo tipo de actos discriminatorios y adopta medidas para quienes arbitrariamente impidan el pleno ejercicio de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la Constitución Nacional. Dicha ley en su artículo 3° indica que: - Serán reprimidos con prisión de un mes a tres años, quienes participaren en una organización o realizaren propaganda basados en ideas o teorías de superioridad de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o color, que tengan por objeto la justificación o promoción de la discriminación racial o religiosa en cualquier forma. En igual pena incurrirán quienes por cualquier medio alentaren o incitaren a la persecución o el odio contra una persona o grupos de personas a causa de su raza, religión, nacionalidad o ideas políticas.

Por otra parte, a partir del año 1994 fueron incorporados tratados internacionales de Derechos Humanos a nuestra Constitución Nacional, entre las que se encuentran: la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Declaración Universal de Derechos Humanos; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; y otros.

Existiendo tantas leyes y convenios internacionales que castigan los discursos y las acciones de odio, no hacer oídos sordos a las promesas de exterminio es nuestra responsabilidad. Somos un pueblo que ya pasó por la experiencia. Es de suma importancia la mirada al pasado para construir el futuro. Hay que evitar repetir los horrores que ya vivimos.

Horcas. Guillotinas. Motosierras. Autos verdes. Sobretodos grises. Copos de azúcar rosados. Gatillos fáciles. Proscripciones judiciales. Manos duras. Servicios infiltrados. Balas muy cerca de la cabeza. Promesas de muerte, premisas que son permisos, enunciados que son metas.

¿Cómo no relacionar los pregones electorales de supresión del otro, con los antiguos decretos de aniquilamiento a la subversión? 

Foto Daniel Dabove
Foto: Daniel Dabove

Cuatro decretos promulgados a fines de 1975, muy poco antes de la caída del gobierno de María Estela Martínez, tras la muerte de Perón. Estos decretos creados en el derrumbe de la democracia, fueron un aval, un incentivo a la violencia antidemocrática y funcionaron como un tobogán hacia la dictadura.

Mano de obra represiva organizada en grupos parapoliciales, accionaron desde la sombra en todo tipo de operaciones ilícitas para instalar terror y trauma para disciplinar al pueblo y subordinarlo, mediante la ejecución de aprietes, secuestros y muertes.

Los mismos que atentaron y fraguaron enfrentamientos. Los mismos fusiladores de Trelew, los de José León Suárez también.

Los mismos que quemaron libros.

Los mismos que quemaron escritores de libros y no supieron nada de poesía.

Amantes de la picana y la cachiporra.

Siempre supieron dar golpes, infligir dolores. Son los mismos torturadores y sus interrogatorios, sus métodos, sus motivaciones.
Son la vieja y la nueva escuela de lo mismo. Maestros del sometimiento.

Iniciados en un bautismo de fuego a traición, arrojaron bombas desde aviones sobre el pueblo indefenso.

Los mismos que luego inventaron los vuelos de la muerte y arrojaron gente viva al río, cual solución final.

Los mismos miembros de los grupos de tareas que marcaron y chuparon gente, que patearon puertas, allanaron y saquearon viviendas, que tomaron los bienes y se enriquecieron con lo robado, crearon redes financieras para sostenerse y garantizarse impunidad.

Los mismos verdugos que se quedaron con los niños de sus víctimas como parte del botín de guerra.

Los mismos que sabiéndose sin límites procedieron a perpetrar el genocidio brutal que padecimos y seguimos padeciendo, con un saldo estimado de 30.000 desaparecidos e incalculable cantidad de víctimas. Delitos permanentes, tan aberrantes que lastiman la humanidad. Para siempre.

Estas heridas se reabren en alerta cuando existen amenazas concretas de repetirse los daños.

Foto Horacio Culacciati
Foto: Horacio Culacciati

Las mismas acciones que los Juicios de Lesa Humanidad condenan, anuncian repetirse en la actualidad y no parece haber una reacción suficiente, aunque repitamos como un mantra: Nunca Más. Nunca Más. Nunca Más para siempre, hasta quedarnos sin voz.

La frase se cristaliza y craquelada se va rompiendo, frente a cada caso de abuso de poder, de violencia institucional, frente a cada crimen de estado, se desvanece, deja de significar algo el Nunca Más. Es otra vez y otra vez y otra vez y prometen más todavía.

Son los mismos, las nuevas generaciones continuadoras de la violencia que hoy buscan acceder al poder mediante el voto democrático, para promover políticas antidemocráticas. Quieren gobernar el estado, con el objetivo de destruirlo y desmantelarlo. Pretenden erigirse representantes del pueblo y así poder oprimirlo hasta acabarlo. Deslizan propuestas de odio disfrazadas de libertad de expresión.

Como describió el filósofo austríaco Karl Popper en el año 1945, en el marco de la teoría de la decisión: La paradoja de la tolerancia declara que, si una sociedad tiene tolerancia ilimitada, esa capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. Es por lo tanto que no se puede tolerar la intolerancia.

Como sociedad es necesario que hagamos una reflexión profunda con respecto a porqué se naturalizan y toleran estos discursos que son promesas de odio, porqué y cómo los dejamos pasar, instalarse. También quizás podamos todavía plantearnos una manera sana y segura de establecer límites y desarrollar claramente los motivos y los fundamentos, sobre por qué la violencia intolerante y fascistizante de querer borrar al otro, no puede, ni debe ser propuesta de acción política jamás.

Todos los actores políticos de la democracia debieran respetar los contratos de inclusión, convivencia pacífica y tolerancia.

Cada derecho adquirido representa el acceso a una cierta forma de dignidad alcanzada.

Es muy difícil, cuando no imposible, darse cuenta de cómo sería vivir sin los derechos que gozamos, cuando se ha nacido con ellos, cuando se ignoran los paradigmas y las disputas que hubo detrás. Pero tampoco podemos ser tan inocentes de creer que los derechos dados son naturales o permanentes, que no están en pugna, que no se pueden retrotraer si olvidamos defenderlos.
Para poder estar mejor, hay que evitar estar peor.

La democracia no es perfecta, pero es perfectible. Hay que ayudarla. Debemos proteger y mejorar el estado de derecho, dentro y fuera las urnas, para que pueda expandirse al amparo de todas las necesidades. 

Recordando que ni las victorias ni las derrotas son definitivas y por eso hay que luchar, mas que nunca, hacerse parte, para defender nuestros pequeños grandes logros, nuestra dignidad y que sean eternos los laureles, que con tanto esfuerzo supimos conseguir ahora y siempre.


* Más información sobre Discursos de Odio: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2023/09/discusos_de_odio.pdf


https://www.telam.com.ar/notas/202309/641321-discurso-odio-campana-milei-ddhh.html

19 septiembre 2023

Lengüetazos

 Télam - Agencia Nacional de Noticias

OPINIÓN

19-09-2023 18:09 - IDIOMA

Lengüetazos

La autora analiza la vitalidad del idioma y su capacidad para vivir en variantes y transformarse constantemente. 

Por ngela Urondo Raboy
POR ÁNGELA URONDO RABOY
19-09-2023 | 18:09
Telam SE

La lengua está viva. No es una sola, ni existe una única forma de usarla. Las lenguas se enredan, juegan, se divierten, jamás se quedan quietas. Las lenguas son dinámicas, mestizas y mutantes. Las lenguas nos llaman y nos encuentran.

El lenguaje es tejido conectivo. Es punto de confluencia. Es debate, intercambio, disenso. Es búsqueda, es incógnita, es respuesta. El lenguaje nos dice y nos contradice. Nos respalda y nos fundamenta. El lenguaje es cultura, es legado, es herencia, es historia y trascendencia. Es reflejo de quienes somos, nos define. El lenguaje nos abarca y nos expresa.

Es por lo tanto que el lenguaje como construcción social no puede ser rígido, ni mantenerse estático, requiere amplitud y flexibilidad para extenderse al amparo de diversas realidades, necesidades, identidades. Por supuesto, que para que eso pueda ocurrir, también son necesarios algunos puntos de anclaje, ciertas pautas, mínimos acuerdos que lo contengan, consensos básicos sobre el significado de las palabras, que garanticen en alguna medida el entendimiento.

Creamos el lenguaje con el que contamos para comunicamos, comprendernos, descubrirnos, reconocernos, para diferenciarnos, para poder discrepar y ponernos de acuerdo. El lenguaje se regenera, se recrea, evoluciona, se retrae y se expande, cambia día a día, se experimenta, se explora, busca significación y certezas, se hace preguntas, se despliega.

Las palabras entran en usos y desusos, algunas caen al olvido, mientras que otras resurgen, se recontextualizan, se reinventan, se reinterpretan, adquieren significados y encuentran nuevos modos de ser utilizadas. Los usos populares y poéticos de las palabras dan lugar a que se incorporen nuevas expresiones y (de)formaciones sintácticas, neologismos, re creaciones, lunfardismos, fusiones y mezclas que se desarrollan más allá de lo que habilita o le cabe a un lenguaje formal, con sus normativas estrictas, con su solemnidad, falta de calle y exceso de academia, un lenguaje que no hermana, que no conmociona, que no se le canta, que no sabe qué hacer con sus palabras inexactas, que se quedan cortas y no alcanzan a decir lo necesario.
El lenguaje muere y renace a diario, sin perder lo esencial del significado.

***
Todo lenguaje es político. El lenguaje es un territorio donde se disputan sentidos y siempre está en tensión, pero qué ocurre entonces cuando es el sentido del lenguaje y el significado de las palabras lo que se altera, se pone en duda, o en discusión? o cuando la palabra es directamente impuesta, mentida o negada?

Cuando se lo anula como herramienta, no hay más lugar para poder disentir o ponerse de acuerdo. Cuando las palabras pierden toda lógica es imposible establecer entendimientos. Cuando se rompe el sentido de las palabras, se acaban las posibilidades de concertación. Todo da igual. No hay reglas, ni errores, no hay malentendidos, ni aciertos, no hay forma de resolver los problemas, no hay más mesa de negociación.

Sin la construcción social, el lenguaje autorizado se vuelve mandato. Se fractura la comunicación.

Se impone un sentido arbitrario a la palabra como un modo inmediato de dominio y opresión.

“-Cuando yo uso una palabra, quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos.

-La cuestión es, si es posible hacer que las palabras signifiquen tantas cosas
diferentes.

-Lo importante es saber quién manda” 

Como nos advierte Lewis Carroll en Alicia a Través del Espejo, mediante el diálogo entre Humpty Dumpty y Alicia sobre semántica, las palabras pueden significar cualquier cosa o incluso no significar nada en si mismas si no son legitimadas por alguna autoridad. Lo importante es quien pone la sentencia. Dependiendo de quién tiene la autoridad sobre las palabras, todo puede significar una cosa o cualquier otra. Sin una forma de lenguaje en común todo conflicto se vuelve irresoluble,
indiscutible y reducido al antojo del más poderoso, del que ordena.

Las palabras desacatadas, son perseguidas y estigmatizadas.

Mazmorra y mordaza. Quema de libros. Cortad las cabezas. Calla.
***

A donde voy con este palabrerío? qué quiero decir con esta sopa de letras?
El lenguaje puede ampliarse, adaptarse, re crearse, puede mutar de forma natural y evolutiva en expansión inclusiva, en sentido emancipatorio y liberador.

Distinto es, cuando se dinamitan los puentes, la vías de comunicación. Cuando se traiciona la palabra para volverla incomprensible y dejar al otro afuera de la conversación. Cuando el objetivo es producir la falla, el malentendido, la crisis comunicacional a escala humana, política y social. Cuando se busca generar la imposibilidad de establecer algún tipo de comprensión y mucho menos llegar a algún acuerdo.

Voltear las palabras completamente y usarlas al revés, suele ser una manera efectiva de romper sentido. Palabras dadas vuelta, deformadas, vueltas locas, rendidas, sin capacidad oratoria, listas para perder todo juicio, sin defensa, sin la palabra como verdad. 

Un lenguaje orate, lleno de palabras vaciadas de todo sentido social, histórico y político, drenadas de contenido y vueltas insignificantes. Es la perversión del lenguaje.

El sentido del sinsentido. Esto es, la ruptura del lenguaje para la exclusión.
Otros medios pueden ser, el uso de un lenguaje confuso, mentiroso, enrevesado, exclusivo/excluyente, la omisión, la cancelación, el rechazo, la prohibición, la figura de malas palabras, la pérdida de códigos comunicacionales, la marginalización, estigmatización y criminalización de ciertas lenguas.

La confusión parece alentar el des entendimiento. Des entenderse rompe lazos, genera frustración, odios y resentimientos, lleva al aislamiento, al individualismo y al miedo. Este tipo de crisis controlada sirve para vulnerar y provocar indefensión, aumenta la posibilidad de manipulaciones y predispone a cualquier dominio.
La ruptura del lenguaje habilita además a la ruptura de otros acuerdos.
***

Desde la romantizada historia de la Conquista de América, que solía enseñarse evitando nombrar la usurpación, el saqueo, la esclavización, la masacre fundacional ocurrida en estas tierras, podemos dar cuenta de la imposición cultural feroz, con sus reglas y roles sociales que sellaron y establecieron un sistema de desigualdad y sometimiento. Dominio que se estableció también a través del lenguaje, mediante la imposición de un idioma externo, palabras in identitarias arrasando, las lenguas aborígenes de los pueblos originarios. Lenguas maternas, prohibidas y doblegadas, llevadas en muchos casos hasta le extinción.

Existen muchos ejemplos de cómo las palabras pueden ser cambiadas de signo, vueltas lo contrario de lo que significan en realidad.

“Revolución Libertadora” se autodenominó la dictadura concebida en el bombardeo a personas indefensas. “Proceso de reorganización” fue el título oficial que se dio al exterminio masivo y desaparición de personas durante la dictadura genocida. El terrorismo de estado llamó “terroristas” a sus víctimas. “Subversivos” a los artistas, a las canciones, a las palabras, a los maestros que enseñaban a pensar. “Padres del corazón” se denominaron los ladrones de niños y bajo la misma lógica tildaron de “viejas locas” y “siniestras” a las Madres y Abuelas que los salieron a buscar.

Hace mucho tiempo que sabemos bien cómo es el reino del revés, tal como nos invitó a ver, a decir y a cantar, la gran maestra María Elena Walsh. Es así que no sorprende, que hoy se le pueda decir “avance” al retroceso y llamar “libertad” a la
opresión, con ese nivel de contra literalidad explícita, un cinismo sin metáfora ni poesía.

Conocemos el juego, el subtitulado puede traducir: La libertad retrocede, o La opresión avanza. No es algo nuevo, es la continuidad de viejas fórmulas, tan sabidas de memoria que podríamos recitarlas en jeringoso.

***
La palabra enajenada, impropia, desnaturalizada, no quiere decir nada.
Y nada cuenta si la palabra no cuenta.
Damos lengüetazos desesperados para sobrevivir.
Hay que escuchar adentro y afuera, hacer silencio hasta sentir la certeza de una palabra.
Liberar su verdadero significado y defenderla desde un compromiso ético y amoroso.
Hay que volver a decir quienes somos, qué queremos, qué es cada cosa y qué necesitamos para
estar mejor. Hay que hablar claro, soltar la lengua, hacerla justa, hacerla cierta.
Hay que re volver y descubrir en lo profundo ese lenguaje que fluye, que nos refleja.
La palabra que nos reúne. La identidad que se expresa de manera honesta.
Es una elección vital, atesorar la palabra de honor y defenderla, cumplir con ella y darle valor, para
no estar regaladxs, indefensxs, para no quedarnos solxs, para darnos de manera verdadera.
Para confiarnos y construir en conjunto. Para que seamos siempre parte del contrato social y que nadie se quede afuera. 


https://www.telam.com.ar/notas/202309/640800-lengua-opinion.html?fbclid=IwAR3M6jorwuhau3toH6Miz0Fqg2iuk9qrYEHHSn2PP3GHXHL8IAK-CNQqCko

07 septiembre 2023

Genocidio y continuidad ideológica

 

OPINIÓN

07-09-2023 17:59 - OPINIÓN

Genocidio y continuidad ideológica

La desaparición forzada de personas constituye un crimen de comisión permanente. En la actualidad vuelven a escucharse las expresiones más crudas del negacionismo. No queremos eso nunca más. Debemos mantenernos prevenidos y alertas para que no se repita lo peor de la historia, es nuestra responsabilidad social manifestar rechazo a toda forma de negacionismo, impunismo, apología del genocidio y su continuidad ideológica.

Por ngela Urondo Raboy
POR ÁNGELA URONDO RABOY
07-09-2023 | 17:59
Foto archivo Tlam
Foto: archivo Télam.


En Argentina hubo un genocidio que dejó una incontable cantidad de víctimas. El de 30.000 es un símbolo más que una cifra. Es un cálculo estimado de base, una representación de la magnitud de la pérdida. Lamentamos no tener el número exacto certificado. Si no lo tenemos es porque la metodología ideada y ejecutada por la dictadura para el exterminio masivo de personas fue el secuestro ilegal y la desaparición forzada. Acciones reforzadas en pactos cómplices de silencio y de impunidad, las cuales, con mínimas excepciones, se sostienen hasta la actualidad.

La desaparición forzada de personas constituye un crimen de comisión permanente. Es decir: se sigue cometiendo todo el tiempo mientras lxs desaparecidxs siguen sin aparecer.

Quienes saben exactamente cuántos son, dónde están y qué les hicieron a lxs desaparecidxs son los mismos perpetradores que eligen cada día seguir callando.

El fantasma del cartel giratorio alrededor del Obelisco parece circular todavía con su lema: "El silencio es salud". Lo que fue concebido como una advertencia dirigida a la población sigue siendo un recordatorio hacia ellos mismos.

Aunque el silencio, entre otros pactos, les haya brindado décadas de impunidad, en muchos casos no logró evitar que la justicia los condenara y que, finalmente, fueran inscriptos de manera probada sus crímenes en la historia. Entonces este silencio sostenido por tanto tiempo parece tener además otros objetivos.

El secreto guardado es la constancia del daño negado. Es una forma de seguir ejerciendo poder. Es una manera de seguir aplicando torturas. Es horror perpetuado. Es reivindicación y permanente amenaza.

Los verdugos duermen cada noche abrazados a cuerpos insepultos de manera morbosa. Lo disfrutan, no quieren dejar de hacerlo, es un orgullo para ellos. No se arrepienten. No los sueltan.

Jamás pidieron perdón ni tienen intención de reparar nada. Son lo que son y nos recuerdan de lo que son capaces. Quieren hacer lo que hacen. Siguen ocultando lo que hicieron mientras dicen abiertamente que lo volverían a hacer. Ahora mismo, lo siguen haciendo. Todavía siguen sin decir palabra. Siguen sin decir dónde están los muertos. Siguen sin decir dónde están los nietos robados, siguen sin dejarlos que vuelvan.

Por eso tenemos que hablar siempre de los 30.000 desaparecidxs, reclamar por ellos y ellas, nombrarlxs, pedir por todxs y por cada unx. Por que los niegan es que tenemos que volver todo el tiempo a preguntarnos y a exigir a los responsables que den respuestas. No es ir a revolver un tema del pasado. Es ahora, es todo el tiempo, que lxs desaparecidxs nos faltan y que los desaparecedores callan, se llevan los secretos a la tumba, los vuelven a desaparecer. Es todo el tiempo que lo hacen, los siguen reteniendo y repiten el mantra de que: "lxs desaparecidxs no están ni vivos ni muertos, no tienen entidad, no existen". Que algo habían hecho. Que hubo dos demonios. Que no fueron 30.000 y tantas patrañas más.

Foto Cris Sille archivo
Foto: Cris Sille (archivo).


Pactos, aprietes, sociedades, coacciones, influencias, favores, amenazas, trabas, obstrucciones, carpetazos, pinchaduras, conveniencias, amparos, presiones, operaciones, recursos infinitos se articularon para garantizar a los genocidas la impunidad de seguir sus vidas detentando una libertad forzada. Llegaron a pensar y estar seguros de que a ellos nunca les iba a tocar la justicia.

Pero el derecho a la verdad es una necesidad que puja por revelarse y por más que se nos reían en la cara, la pregunta por el destino de lxs desaparecidxs se mantuvo siempre abierta.

Hubo que luchar por ella. Hubo que construir un camino posible a la justicia. Hubo que hallar el agujero en la trama de la imposibilidad y pasar del otro lado para acceder al derecho. Para esto fue necesario hacer caer el muro levantado por las leyes de impunidad. El proyecto para la anulación de las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final fue presentado ante el Congreso Nacional por Patricia Walsh, diputada en aquel momento. La iniciativa contó además con el impulso del entonces presidente Néstor Kirchner y el 12 de agosto de 2003 fue sancionada como Ley Nacional N° 25.779.

A partir de entonces se reabrieron los juicios y desde 2006 hasta la actualidad, la justicia respondió con más de 300 fallos condenatorios que dan cuenta de, al menos, 1189 condenas por crímenes de Lesa Humanidad con diferentes rangos de penas. También hay hasta el momento 168 absoluciones por falta de pruebas.

Son fallos tardíos, de enorme valor simbólico más que efectivo. Cuando la justicia demora por décadas, los familiares impulsores de las querellas, los testigos, los sobrevivientes y los mismos acusados muchas veces no llegan a obtener sentencia. La impunidad biológica es una victoria criminal. Al morir cualquiera de las partes caen las causas, se cierran y sobre los acusados rige la presunción de inocencia, entonces no se los puede llamar públicamente genocidas aunque lo sean.

Es por lo tanto que son tan valiosas las condenas que existen. En su conjunto alcanzan a dar cuenta de lo ocurrido, de la magnitud, la sistematicidad y las formas particulares adoptadas como prácticas habituales por el Estado para infundir terror en la población. Esta justicia, que funciona apenas como desagravio, sin embargo, no deja de ser imprescindible. Cada condena repara y produce la inscripción histórica de los hechos denunciados, hechos que como verdades jurídicas dejan de ser discutibles como versiones, opinables, distorsionables o puestas en duda.

La búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia siempre es componedora, ajena y contraria de aquella antigua idea de venganza asociada al "ojo por ojo y diente por diente". Nada se repara con un ojo ajeno. De qué nos sirven sus dientes. Sus pertrechos mejor que se los queden, nadie quiere eso. Ni justicia por mano propia, ni acciones de revancha.

No somos lo que nos hicieron. Sus métodos, sus horrores no son nuestros.

No pudieron convertirnos en eso que no somos.

No somos ese espanto.

No somos ellos.

Aprendimos del ejemplo de las Madres y las Abuelas a luchar en paz, a enfrentar con dignidad y respeto todo tipo de provocaciones y amenazas. Resistimos junto a ellas. Adquirimos templanza y herramientas, construimos un lenguaje de no violencia, que ahora parece pasado de moda, pero que seguiremos reivindicando pues tiene nuestra huella.

Foto Diego Aroz archivo
Foto: Diego Aráoz (archivo).


Los juicios de Lesa Humanidad llevados adelante en Argentina son un legado y un ejemplo para el mundo. Se desarrollan en tribunales comunes, en las jurisdicciones naturales y bajo el Código Penal vigente al momento de la comisión de los crímenes. Durante los juicios las partes son tratadas con el mismo respeto. Los acusados tienen todas las garantías legales del debido proceso y se cumple con sus derechos, tienen sus defensas, tienen visitas, acceso a sus tratamientos médicos, comida en buen estado, celdas de privilegio y un trato suave, algo subordinado por parte de los agentes penitenciarios. La única libertad real que pierden los condenados es la libertad ambulatoria y sólo por un tiempo determinado. Ese es el único castigo que reciben. No se pretende nada más. Cuidamos que se respeten en todos los casos sus derechos humanos. A partir de los 70 años y en casos de tener dolencias especiales pueden acceder a la posibilidad de cumplir las condenas en forma domiciliaria y cuando así lo dispone el tribunal es lo que corresponde. Esto es muy común y por la edad de los genocidas es lo que ocurre en la mayor parte de los casos. Se van a sus casas, generalmente sin custodia y salen de paseo cuando se les da la gana, a dar la vuelta al perro, a atender un negocio, a visitar a algún camarada. A mostrarle al mundo que no hay reglas para ellos, que nada los frena.

Debe ser una tentación romper la orden perimetral, infiltrarse en la sociedad y escabullirse, burlar la condena. Lo hacen todo el tiempo, lo ostentan; sin embargo, eso no los libera de la pena.

El valor simbólico de los juicios es mayor que el barrote de una celda.

Es derecho de toda la sociedad, es derecho de las víctimas y es derecho de los victimarios, que existan y se cumplan las condenas. Que las acciones de odio, tengan sus consecuencias.

Lejos de ser una etapa cerrada, todavía hay en todo el país enorme cantidad de juicios de Lesa Humanidad en marcha.

Los estados de negación social pueden ser el resultado traumático del mismo terror instalado.

Frente a algo inconcebible o insoportable se puede producir una reacción de clausura, un mecanismo automático que cierra las puertas para no saber, para no enterarse o incluso para dejar afuera y olvidar lo que se sabe, lo que se supo, lo que se vio, lo que se vivió.

Todo puede ser puesto en duda hasta volver imposible lo ocurrido.

Foto archivo Tlam
Foto: archivo Télam.


El negacionismo en cambio tiene otro origen y otras finalidades, no es inocente, es un relato que se construye en base a mentiras explícitas, con el objetivo de inducir al error, es un daño que se aplica de manera consciente, cuando lo que se sabe es trucado, negado, omitido o cambiado a propósito de lugar. El negacionismo se disfraza y adquiere muy variadas expresiones dedicadas a distraer la atención, confundir las escenas, generar suspicacias, relativizar, justificar, sembrar opiniones tendenciosas, sacar ventajas y asegurar impunidad.

Cuando se incurre directamente en acciones y discursos negacionistas, hay un posicionamiento político, desde y para el cual se infiltran e instalan ideas operadas que pueden funcionar a nivel de justificación, complicidad, apología o encubrimiento, motivadas por interés, por compromiso, por conveniencia o por pura coincidencia ideológica con los crímenes negados.

Negar una verdad jurídica es negar los hechos y también es negar a la justicia y al estado de derecho.

En la actualidad vuelven a escucharse las expresiones más crudas del negacionismo apologista desde la vuelta a la democracia, con discursos recargados de odio que se vuelcan por distintas vías, se transmiten por todos los medios y plataformas, se van por las ramas, se cuelan por los huecos, se repiten como ecos, que rebotan, se multiplican y crecen exponencialmente.

Se alimenta el odio, de otros pequeños odios, que se reflejan en el resentimiento. Muchos replican el odio, lo propagan, lo levantan como bandera, se organizan en torno al odio, prenden una hoguera, adoran a su dios odio y le piden más.

Hoy tenemos promesas de odio, propuestas explícitas de exterminio en las principales plataformas de campaña para las próximas elecciones.

Los discursos de odio, con sus deseos y promesas de odio, traen aparejadas acciones de odio que buscan legitimarse en políticas de odio, que avalan crímenes de odio, que representan daños permanentes contra la humanidad.

No queremos eso nunca más. Debemos mantenernos prevenidos y alertas para que no se repita lo peor de la historia, es nuestra responsabilidad social manifestar rechazo a toda forma de negacionismo, impunismo, apología del genocidio y su continuidad ideológica.

No nos dejemos gobernar por el odio.