17 marzo 2021

Restitución y después: aquello sobre lo que no se escribe aún

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Restitución y después: aquello sobre lo que no se escribe aún

17 marzo, 2021

Ángela Urondo Raboy y Mariana Baranchuk

La identidad restituida se encarna en un proceso inesperado, dinámico y permanente. Cada camino, cada acción restitutiva es única, como cada persona lo es. No se trata solo de un momento estático: ni cuando el juez dictamina, ni cuando se anuncia públicamente, ni cuando se inscribe en los documentos; aunque estos son, sin dudas, sucesos fundacionales en la historia de aquella identidad que se está restituyendo. Siempre existen hechos precedentes y posteriores, capas de sentido que se irán encontrando en el recorrido. Por lo tanto, es central tener presente que la restitución no termina en la conferencia de prensa, es un proceso largo, complejo y profundo, no solo en términos emocionales y psicológicos, sino que también enfrenta dificultades materiales concretas.

En la actualidad, hablamos de personas adultas. Un ser humano que es restituido ronda los 45 años. Ya no se trata solamente de una partida de nacimiento corregida y un nuevo documento, hay que pensar, posiblemente, en agregar las siguientes rectificaciones: documentos de los hijos, títulos académicos, escrituras, contratos de alquiler, propiedades, contratación laboral, aportes… en fin, todo aquel lugar donde esa persona haya tenido un registro a su nombre. Una multiplicidad de trámites y obligaciones a realizar, donde el Estado no acompaña, el periodismo ignora y frente a lo cual, la sociedad carece de respuestas. Dificultades diarias que solo agregan complejidad a una situación de por sí en extremo enmarañada, donde la persona que se está restituyendo atraviesa en simultáneo dos procesos: el de desapropiación el de reconstitución identitaria.

 

Restitución, desapropiación y reconstitución de la identidad

Más allá de la restitución legal como hecho social y político, del momento del dictamen que indica una verdad jurídica y ordena su ejecución, más allá de los anuncios responsables y de todas aquellas acciones restitutivas en las que es fundamental contar con la acción eficaz del Estado y el acompañamiento de la ciudadanía, más allá de todo eso, suceden otros procesos de resignificación puramente asociados a la subjetividad de quienes lo atraviesan.

La apropiación, el robo de la identidad, de la historia y el origen, el cambio de contexto, la objetivación y el engaño que le suceden a una persona inducida a creer que es otra, encierran un estado de dualidad que durante la restitución se devela.

A partir del conocimiento de la verdad, se puede empezar a reconocer todo lo que resulta natural de aquello que ha sido impuesto: lo verdadero, de lo falseado; lo ajeno, de lo propio y de lo impropio; lo significante, de lo insignificante: lo fluido, de lo estanco; lo que permanece, de aquello que decanta. A medida que el estado de alteridad cede espacio a la nueva identidad que emerge, pueden ocurrir, en simultáneo, varios procesos distintos, como la reconstitución identitaria y la trama en reverso la desapropiación.

Mediante estos conceptos, nos referimos a aquellos caminos internos por los cuales el ser se refuerza en su encarnadura para redefinirse a sí mismo incorporado a la verdad que descubre.

Con contradicciones, miedos y dudas, con idas y vueltas, con fuerza de voluntad y resistencia, con diferencias temporales, a distintos ritmos e intensidades, en lo profundo de su intimidad, la persona se resignifica a medida que sabe, se entera, incorpora.

La reconstitución de la identidad tiene que ver con todo aquello que se reconoce como propio y se suma; mientras que la desapropiación está relacionada con lo que se deja atrás, lo que resulta ajeno y queda fuera de la vida. Liberación de la opresión, desobjetivación (en el sentido de dejar de ser objeto) y constitución entitaria de este sujeto, que era alguien que no era, pero sin embargo existía, tenía vida, mientras que quien debió haber sido, era una persona socialmente inexistente por estar desaparecida, hasta el momento de su restitución.

Poder redefinirse en este contexto, es toda una acción de soberanía frente a la alienación de haber estado apropiado.

 

Para que estos aspectos profundos del ser puedan desplegarse satisfactoriamente, es necesario, entre otras cuestiones, poder apoyarse en el Estado. Si el Estado genocida fue el responsable de la apropiación, el Estado democrático debe tener como política irrenunciable facilitar todo su entramado para tender a reparar lo irreparable. No hemos hallado ni una sola nota periodística que interpele al Estado preguntando cómo es que en 35 años no se ha podido instrumentar algún tipo de acompañamiento para estos temas. Bastante complejo es el camino de la propia desapropiación como para que algunas cuestiones burocráticas, que hacen a las huellas de la identidad en nuestro cuerpo social, no sean facilitadas.

Como dijimos, cada restitución es particular y única. Cada juzgado, cada juez tiene su criterio y emite los fallos con sus propias consideraciones y a partir de lo que allí queda asentado es que se articula el camino burocrático para la rectificación de la identidad. Mediante la emisión de oficios judiciales se comunica la sentencia de modo que se pueda ejecutar en cada entidad, en cada institución u organismo donde la persona se encuentre registrada. Cuando esto funciona, los trámites se resuelven por orden del juez, como ejecución de la sentencia. En algunos casos, los jueces dejan asentado formalmente que dos nombres diferentes, poseen un mismo documento de identidad y referencian a la misma persona, cuando esto figura se allana el camino ante posibles dificultades que puedan surgir durante la redocumentación y reinscripción social de una persona. Pero, sin embargo, esto no siempre ocurre y muchas veces el camino de la rectificación efectiva debe hacerse personalmente, oficina por oficina, días y días de trámites, de repetir la historia, de fundamentar con documentación fuera de los cánones, como por ejemplo una partida de nacimiento de varias páginas, que cuenta una historia en capítulos.

Por otra parte, es muy difícil tener en cuenta por anticipado todos aquellos sitios donde una persona está registrada para enviar los oficios. Muchas veces la rectificación se va haciendo de acuerdo con la necesidad, o a medida que la persona se acuerda.

Por ejemplo, un dictamen restitutivo se pudo emitir en un

determinado momento, a partir de lo cual se gestiona la partida de nacimiento y luego el DNI. Seis meses más tarde, la persona, con su nuevo documento, se encuentra a punto de viajar con sus hijos, cuando se da cuenta de que los niños no han sido redocumentados y que allí figura que todavía son hijos de alguien cuyo apellido ya no existe. En ese momento, se abre un período de limbo, donde ante cualquier emergencia que pudiera surgir, se carece de la documentación suficiente para demostrar de manera inmediata y sencilla el vínculo parental. O bien, en otro caso, la persona se dirige al banco para solicitar la retitularización de su cuenta y le dicen que es imposible, porque el sistema informático ha sido diseñado de modo tal que datos como nombre, apellido y número de documentos queden encriptados. No se pueden cambiar, tiene un candadito, dice el empleado, porque el nombre de una persona es un dato que nunca puede cambiar. Entonces ocurre la escena repetida en toda oficina. El empleado llama a su superior, juntos llaman al jefe de sección, que determina llamar al experto en estos asuntos y al departamento de legales, por las dudas, que con suerte está, solo hay que esperarlo, un rato más, pero cuando llega no sabe qué hacer, ni el gerente tampoco. Nunca escuchó de un caso de este tipo, y es cierto, que apenas 130, y seguro algunos más en la cuenta, puede parecer una cifra menor, aunque significativa, pero el banco no es capaz de dar una respuesta y, por lo tanto, la persona se ve obligada a retirar el dinero y cerrar esa cuenta, de la única manera posible: utilizando un documento fuera de vigencia, para luego abrir otra cuenta nueva, con el verdadero nombre. Claro que, como el sistema está diseñado de este modo y el número de documento de la persona restituida sigue siendo el mismo, estos datos se mantienen de manera automática vinculados a los datos anteriores y entonces a la persona no le queda otra opción que irse y cambiar de banco.

En los casos en que las personas trabajan, residen, tienen propiedades o estudios que rectificar en el exterior; la situación burocrática entra en escala internacional.

Los dos ejemplos que aquí hemos dado, son historias reales, de personas reales que recorren el largo camino de la restitución y de quienes no daremos los nombres, porque no es necesario.

 

Relato en primera persona

A varios años de haber realizado el grueso de los trámites para la rectificación de mi identidad, decido aplicar a un concurso promovido por el Gobierno de la Ciudad. Para el mismo debo realizar un trámite a distancia (TAD), al cual se accede mediante la Clave Ciudad que se gestiona a través de la página de la AFIP y luego se aplica en la de la Administración Gubernamental de Ingresos Públicos (AGIP). Una vez lograda la clave, la AGIP me da la bienvenida con el apellido viejo, que hace años no existe más. De algún modo quedé registrada hace décadas bajo ese nombre, que de golpe reaparece. No se han cruzado datos dentro del Estado, y ese nombre, ahí mismo, no se puede borrar. Un empleado por chat me dice que tengo que ir al Centro de gestión y participación comunal (CGP) de mi barrio para que me puedan cambiar este tipo de datos. Hago todos los trámites a nombre de Ángela Corsunsky. Estoy cansada de repetir tantas veces la historia, de dar explicaciones, de tener que fundamentar y acompañarlo todo de una plataforma probatoria sólida, de vivir querellando, de tener que luchar tanto tanto para estar a la altura del derecho más básico. Solo espero salir seleccionada para lo cual concurso y exigir entonces, nuevamente al Estado, que rectifique mi nombre.

Ángela Urondo Raboy

 

No hay plantillas ni patrones, no hay casos que alcancen a ejemplificar el universo de dificultades que atraviesa una persona que se está restituyendo, sin embargo, más allá del interés que suscite el momento de la aparición de una persona que estaba con vida desaparecida, existen muchas otras instancias que podrían ser noticiables en cuanto al tema restitución y su ligazón a los mecanismos de apropiación de niños durante la dictadura.

Hay mucho por indagar y muchos lugares desde los cuales abordar estos temas. Más allá de la alegría del momento del anuncio de la restitución, vale siempre recordar que dicho anuncio es una acción política y como tal debe ser transmitida.

Es el triunfo de la verdad sobre el ocultamiento.

Es la reparación de un crimen contra toda la sociedad.

Es la restitución de la memoria de los que ya no están físicamente, pero que se hacen presentes al momento del anuncio.

Es la evidencia que debiera ponerse de manifiesto: toda restitución tiene uno o varios crímenes precedentes ocurridos en el marco de un genocidio.

Este genocidio hace a la historia de Argentina, pero también se inscribe en la historia de los genocidios mundiales y, en ese sentido, no solo se inscriben los crímenes de la dictadura, sino también los pactos de impunidad sostenidos en democracia. Y, así como es necesario narrar la historia del genocidio, también hay que dar cuenta de las luchas, resistencias, derrotas y conquistas del campo popular, su capacidad organizativa, la creación y sostenimiento de sus propias organizaciones (Abuelas de Plaza de Mayo es una muestra de ello), acciones grandes y pequeñas realizadas día a día y que permitieron ir abriendo caminos, permitiendo devolver identidad y entidad a cada una de las personas restituidas, a sus familias y al cuerpo social colectivo que se fortalece con cada persona que se restituye.

Si bien desde el plano de lo simbólico existe un rol social y político que la persona restituida ocupa a través de la mirada y la expectativa de los otros, es importante comprender que, a pesar de que esta persona ha sido privada de su origen, de su historia, de su verdadera identidad durante casi toda su vida; esta persona ya es alguien, una construcción en movimiento, más allá del símbolo que represente para los demás y, por lo tanto, es fundamental tenerlo presente a la hora del abordaje comunicacional. Se requiere poner en juego la empatía; respetar sin idealizar, ni englobar, ni prejuzgar.

La historia de quiénes fueron sus padres ya fue otorgada por Abuelas en sus comunicados oficiales, podemos socializar una historia sin invadir intimidades, sin exponer y respetando los procesos.

La nota de Pablo Caruso del 2 de julio del año 2012 al finalizar su programa de radio “Que vuelvan las ideas” es muestra de que ello es posible:

 

Desde hace unos meses, esta nieta comenzó a conocer, de a poquito, sin apuro y con madura paciencia, a la familia que la buscaba. Arrancó por los tíos, siguió con las abuelas, compartió con los primos… y hace unas horas revivió a sus padres en las lágrimas y sonrisas de algunos viejos amigos de la barra de tantas esquinas. (…) En estos días vamos a conocer la sentencia a los militares y civiles que están siendo juzgados, por primera vez, por la sistemática apropiación de bebés durante la dictadura, como parte del plan de exterminio de quienes militaban por un país más justo. De eso se ocupa felizmente la justicia, porque la vida y la voluntad de los que buscan, siguen pariendo capítulos de estas historias de amor postergadas. Esas que viven secretamente en las sonrisas y lágrimas de las familias. Esas que no nacieron para ser televisadas.

Sigan ustedes con lo suyo, golpistas de toda nuestra América. El amor de los que sueñan la patria grande, no para de nacer.

 

En la nota Caruso no nombra a la nieta ni por su verdadero nombre, ni por el que llevaba al momento de conocer su origen. El escucha o lector de ese momento sabía (o podía saber a quién se refería), dado que posiblemente el anuncio habría sido realizado unas pocas horas o días antes que la nota. No importa, no interfiere. Y hoy, siete años después, sigue teniendo valor periodístico sin saber cuál era el caso específico al que se hiciera referencia. Porque la nota rescata el encuentro, los primeros mínimos pasos de la desapropiación y marca a los responsables que empiezan a ser juzgados por estos hechos. Para luego ponerlo en el contexto más general de nuestra América y de las luchas emprendidas por quienes sueñan con un mundo mejor.

Por otra parte, hay diferentes sujetos a tener en cuenta y a los que se les puede dar visibilidad informativa. Cuando hablamos de apropiadores, no solo nos referimos a quienes ejercieron la crianza a la fuerza, sino también a otros actores fundamentales de la cadena humana e institucional, que se fueron articulando para llevar a cabo la apropiación de la identidad de una persona. Hay participaciones primarias y secundarias, hay testigos pasivos y activos, hay vínculos contaminados de ilegalidad, y otros inocentes, portadores de información parcial o inconexa, que deben ser preservados y tenidos en cuenta.

Sin embargo, lo que es necesario tener presente a la hora de informar es que siempre existe la acción del Estado como autor fundamental. Es el Estado el que debe ser interpelado a nivel de sus tres poderes en general y, evidentemente, a sus fuerzas armadas y de seguridad en particular; tanto a las instituciones como al personal que se desempeñó y desempeña en ellas.

Las personas que fueron y son parte de la cadena de apropiación, sus cómplices, aquellos que saben y guardan secretos, están. Son parte de la sociedad, viven mezclados entre nosotros, con los demás vecinos, invisibles, amparados en las redes de impunidad que aún muchos de ellos mantienen. En Argentina hay mucho aún por investigar, por de- velar, por conocer de nuestra historia. Que no se sepa, no quiere decir que no suceda, hay que poder hacer noticiable lo que permanece desconocido para la sociedad, porque todo aquello que fue falseado, escondido u omitido, todo lo no resuelto, hace síntoma en el cuerpo social y no es posible curar el mal que se desconoce.

Existe la necesidad y el derecho de la sociedad de conocer la verdad y, en ese sentido, es de suma importancia el lugar de la comunicación para satisfacer esta necesidad, este derecho.

Hay historias personales y colectivas que necesitan ser visibilizadas para poder inscribirse en la trama de lo social, pero solo es posible abordarlas con amplitud en la mirada, abiertos a la sorpresa que cada uno de los casos de restitución trae consigo, a la hora de comunicar.

Es fundamental tener en cuenta la importancia del proceso restitutivo en cuanto a mecanismo de reparación del cuerpo social colectivo cercenado, como parte de los procesos colectivos fundamentales de maduración posdictatorial que aún atravesamos, con el objetivo de alcanzar una calidad democrática plena.


*Este texto corresponde al Capítulo VII del libro El rol del periodismo en la restitución de identidades: Mariana Baranchuk y Daniel Badenes (Coordinadores). Universidad de Quilmes y Abuelas de Plaza de Mayo, Argentina: 2019. Disponible en http://comunicacionparticipacionciudadania.web.unq.edu.ar/wp-content/uploads/sites/68/2019/12/Elroldelperiodismo_LIBRODIGITAL.pdf 


https://tecmered.com/restitucion-y-despues-aquello-sobre-lo-que-no-se-escribe-aun/