21 noviembre 2010

Para Tiempo Argentino


Soy una herida abierta. Necesito palabras que no existen para describir esta realidad que durante tanto tiempo no pudimos concretar. 
 Pasaron exactamente 34 años y 5 meses desde el día en que caímos en sus manos. Mamá, ahora tendría 62 años; tenía 28 años cuando se la llevaron de la esquina de Remedios de Escalada y Tucumán, en Mendoza. Papá tenía 46 y ahora tendría 80 pirulos si esa bestia de remera blanca que está sentada en el banquillo de los acusados, no le hubiera arrebatado la vida de un golpe. A mí me faltaban once días para completar el primer año de vida, cuando me torcieron brutalmente el destino. Fui secuestrada y estuve 23 días desaparecida; conservo detalles de ese momento grabados a fuego en la memoria. 
A través de un vidrio blindado, nos volvemos a ver, los años no atenuaron la maldad en sus ojos. Yo me pregunto si sabrán quién soy cuando me clavan fría la mirada, si se acordarán… y en seguida me respondo que seguro, se acuerdan. Todo. Ellos saben qué y dónde.  Todavía tienen a mamá y esa es su única ventaja sobre mí.  Al verlos me sorprende no sentir ningún enojo, ni odio, ni absolutamente nada por ellos, todos los sentimientos son hacia mis padres y es puro amor, y dolor, lo que me invade y me desborda. Con cada lágrima dejo ir el peso de una piedra, que hasta ahora había cargado sola.
Este es solo el primer paso post impunidad y algo parece reubicarse y reubicarme ante la vida, con muchos menos dolores. Nadie puede compensar ahora el tiempo dolido, ni devolver lo perdido, ni reparar lo destruido, pero sin dudas este principio de justicia ayuda a mirar al futuro de otra forma y viene anticipando una paz, hasta ahora desconocida.
Ahí están los Sres. Jueces y el Sr. Fiscal y nuestros leales compañeros los abogados, para hacer de la Justicia un hecho. Y sin estar, están presentes los abuelos y mi hermana y tantas otras personas que hubiesen querido llegar a este momento, pero se les fue la vida antes. Se siente la presencia del gordo Alfredo Guevara (padre)  en este Juicio, que tanto le pertenece, por ser una de las piezas fundamentales para que hoy lleguemos con una claridad contundente respecto de lo sucedido. Se siente la presencia del presidente pingüino, a quien yo nunca conocí y lamento, no poder agradecerle su coraje, sensibilidad  y convicción política para que estos juicios se estén llevando a cabo. Se siente la contención de la Corte Suprema. Se siente el respaldo de las miles de personas que me abrazaron la noche anterior en la vigilia, se siente el calor de las antorchas hechas en el asentamiento Puente de Hierro, se siente todo ese amor presente en el cuerpo, se siente el cariño que llega desde lejos, se siente que el futuro será más bello y más justo, porque aunque a veces cueste creerlo, nada es imposible y podemos hacer de este mundo, un lugar mucho mejor, empezando por evitarnos tener que convivir con los delincuentes siniestros que llevaron a cabo esta masacre. Ojalá que paguen tras las rejas, las deudas que con sus propios actos adquirieron con toda la sociedad.
Desde acá mi más sincero deseo, de Salud y Larga Vida PRESOS a todos ellos, para la salud de todos los demás.

Angela Urondo 20/11/2010

Nota publicada